Quest of Ki

Si les hablo de The Tower of Druaga (Namco, 1984) más de uno me mirará sin saber de lo que hablo. Si les digo, además, que el citado juego es toda una institución en su Japón natal, no entenderán que, a diferencia de los Dragon Quest (Chunsoft, 1986) o The Legend of Zelda (Nintendo, 1986), Tower of Druaga no pisase nuestras costas hasta llegar escondido en la penumbra de los recopilatorios de Namco Museum. Más sorprendidos todavía se hallarán los que lo hayan probado: considerarán que calificarlo de obra maestra es poco más que una barbaridad y que los nipones, por si no había quedado demostrado, son seres de otro planeta —o carne de manicomio—. Pero no dejen que la historia les ponga una venda; ni el RPG ni el Action RPG (o el JRPG, si me apuran) tenían forma en esa época y cada experimento pre-Dragon Quest y pre-Zelda es una aventura, una pequeña maravilla que cuenta una historia más allá de su argumento, una obra que requiere de distintos ojos para valorarla.

Tower of Druaga es la punta de lanza y la cara reconocible de una saga llamada Babylonian Castle Saga: con referencias a la mitología de Sumeria y Babilonia. La popularidad en Japón lo llevó de su arcade original a múltiples consolas, mientras que su secuela, The Return of Ishtar (Game Studio, 1986), se quedó entre recreativos y ordenadores. En Tower of Druaga el objetivo era llevar a Gilgamesh, nuestro héroe, enviado por la Diosa Ishtar, a rescatar a la sacerdotisa Ki (Kai en katakana, curiosamente) del demonio Druaga. ¿Pero cómo había sido atrapada Ki? La respuesta la trae su precuela, Quest of Ki (Game Studio, 1988), exclusivo para Famicom (y con una de esas bellas cajas de plástico duro de Namco).

Quest of Ki (Kai no Bouken) es un juego mucho más particular de lo que se podría anticipar. Quién diría que la precuela de uno de los juegos de acción/RPG más influyentes de la historia sería un juego de plataformas. Quién diría que un juego de plataformas en el boom del género podría contener una mecánica única. Ki, la heroína, ni tiene armas ni puede derrotar a los enemigos de cada nivel; debe evitarlos. Saltamos tan alto como queramos: basta con mantener el botón pulsado y esprintamos con el otro botón. Pero cuidado, un golpe con el techo o la pared nos aturdirán, asistiendo habitualmente impotentes a la pérdida de una vida al contactar con alguno de los enemigos que pueblan cada nivel. Masanobu Endō tenía, además, una sorpresa preparada: el juego consta de 100 niveles en los que hay que recoger una llave y abrir la puerta, pero el hilo argumental termina en el nivel 60, con la derrota a manos de Druaga (y, así, conectando con The Tower of Druaga). 60, el número de pisos del edificio más alto de Japón en 1984. 60, los mismos que en el primer juego de la saga. ¿Y los 40 niveles restantes? En ellos es donde está el reto para el jugador, donde está la diversión. Quest of Ki es un juego de paciencia y habilidad, de frustración, chiripa y felicidad. Que haya suerte.

Marçal Mora

Ingeniero Industrial e Informático, apasionado de las maquinitas por vocación. Volvió a nacer cuando le regalaron una NES. Le gustaría ser Mega Man. Cree en los videojuegos como herramienta de aprendizaje. Le gusta escribir casi tanto como divulgar en Retromaquinitas.com.

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