Mi hermana me dice que pruebe Clash Royale y le hago caso. Lo hago consciente de mis prejuicios: no suelo jugar en móviles y experiencias online como Clash of Clans me generan rechazo pues forman parte de un movimiento multijugador al que ya le dediqué demasiados minutos hace demasiado tiempo y de cuya comunidad no espero grandes cosas. Los eSports. Como digo, prejuicios. Unas cuantas horas me permiten vislumbrar que Clash Royale tiene su aquél: en cortos combates de tres minutos permite diferenciar al buen jugador del no tan bueno y pese a que es cierto que proliferan los jugadores premium que se fortalecen, chequera mediante, la calidad de tu estrategia puede superar tal diferencia. Es un juego equilibrado que permite la derrota ante jugadores inferiores que juegan mejor y la victoria ante oleadas de esbirros superiores mal comandadas. A la vez, es un título que impide el crecimiento llegado un cierto momento: abiertos los cofres diarios, dedicarle más tiempo a la batalla no repercute en recompensa alguna; justo lo que algunos jugadores necesitamos: no sentir la opresión del resto de jugadores creciendo cuando nosotros dormimos. Algunos de mis prejuicios se han acobardado y he visto tutoriales de los mejores jugadores del mundo y en ellos aplicaciones de El arte de la guerra de Sun Tzu: la elección del terreno de combate —dispón tus tropas cerca de tus torres para aprovechar sus arqueros, no lejos de ellas— o el engaño —deja que el esqueleto gigante se acerque a tu torre y libera los bárbaros a su espalda, no de frente, para que su bomba no te afecte cuando caiga—.
Clash Royale es un buen y equilibrado juego de estrategia que no consume grandes cantidades de tiempo. Me ha ayudado a derribar algunos de mis prejuicios. Otros ahí siguen. La relación entre representación masculina y eSports. En la crónica de la edición de Gamepolis de 2015 ya me percaté de que ninguno de los jugadores de los equipos semifinalistas era mujer. Uno de los equipos se llamaba Lefadores de la Grieta. Ojeo mi clan de Clash Royale y veo pocas mujeres. Me acuerdo de esa experiencia de Laura Gómez en juegos online del estilo; contaba cómo algunas mujeres decidían usar nicks de género neutro para evitar menciones expresas. Me da por ojear el top 100 de jugadores de Clash Royale localizados en España. La siguiente lista de jugadores es pública —cualquiera que se baje la aplicación puede verla— y la comparto aquí.















Sé reconocer un «Elrond» como entidad masculina y un «Galadriel» como entidad femenina, pero la inmensa mayoría de identidades roleras escapa a mis conocimientos, por lo que pudieran ser refugio de hombres y mujeres por igual. Es en los nombres aparentemente reales en los que me fijo: Alex, Niko, Carlitos, David, Álvaro, Javi, Toni, Luis, Luismi, Jose, Roberto, Jaime, Pau, Guille, Albertito, Antonio, Adrián, Javier… aparecen incluso repetidos. Intento buscar nombres aparentemente reales femeninos. Hay una «Adria» que podría venir de «Adriana», una «Her–mi» que me recuerda a Hermione, el personaje de Harry Potter, o al acusativo en inglés; demasiado vagos. No encuentro María, Laura, Luna, Isabel, Carmen y en resumen nombres reales femeninos. Entre los top 130 no los hay.
Clash Royale es un ejercicio de depuración tecnológica, acaso un avance, en el que en otros términos las cosas siguen como siempre.
