Desarrollo diverso

Parte del éxito de Nuclear Throne, que es hablar de Vlambeer, se debe a la labor de marketing de Rami Ismail, quien ha contribuido de diversas maneras a la industria: desde la creación de un kit de prensa que otros estudios pueden usar hasta sus opiniones vertidas en Twitter sobre temas concretos como la diversidad; ha participado en eventos como Games for Change. No es raro leer a Rami sobre los rasgos que nos definen como especie y alguna vez ha pedido a quienes le seguimos que dediquemos un poco de nuestro tiempo a darle las gracias a quien hizo algo por nosotros. Leer a Rami ayuda a tener presente que seguimos siendo seres humanos y no —sólo— átomos del materialismo dialéctico.

En un texto publicado hace pocos días comentaba Rami Ismail la facilidad con la que asumimos la perspectiva occidental del desarrollo de videojuegos; en Asia o África existen diversos obstáculos no sólo desde el apartado tecnológico sino desde el cultural. Igual que nos puede costar hablar de discapacidades por el simple hecho de que nunca hemos tomado una cerveza con un discapacitado, igual que la mujer de clase media/alta de Show me a hero se opuso a la implantación de viviendas de protección oficial cerca de su barriada sólo hasta que tomó el té y conoció a personas de raza negra, de la misma manera, por ejemplo, muchos árabes y muchos musulmanes sufren discriminación por parte de personas que a veces ni siquiera conocen la diferencia entre pertenecer a un pueblo y profesar una religión. Rami Ismail es medio neerlandés medio egipcio pero también es musulmán y suele ser cacheado en los aeropuertos internacionales. Rami sabe que hablar de su religión, de sus percepciones, combate la ignorancia que nutre el prejuicio, y es por ello que en la charla en el XOXO Festival en la que se permite no hablar de Vlambeer sino de su persona —y que pare el texto enlazado antes— les habla a los asistentes del alfabeto árabe. Tras quince minutos enseñando al auditorio unas nociones básicas del idioma Rami muestra un texto en árabe colocado en un videojuego. Un texto que el auditorio ahora es capaz de traducir para comprobar que no tiene sentido. Algo así como si nos encontráramos «qdnf». Rami termina la charla arrancando la carcajada incrédula del auditorio al revelar las cifras económicas del desarrollo del videojuego: «¿Nadie pudo gastar algo de dinero en comprobar que eso estaba bien escrito? Claro que podrían. Pero no les importa, no les interesa».

Rami explica en el texto que suele viajar a países de economías emergentes —a menudo pagándose los gastos sin recibir compensación— para apoyar así la democratización del medio, su diversidad tanto sexual como racial como tecnológica. Existen piezas de software anticuadas que no tienen soporte en los modernos ordenadores occidentales. Existen multitud de obstáculos y Rami afirma que «si no perteneces al mundo occidental y aún así quieres hacer videojuegos es que te domina una determinación excepcional». Rami confiesa que pese a que en su juventud aprendió a callar el hecho de que fuera árabe o musulmán ahora quiere dejarlo claro. Quiere dejarse conocer.

En el texto se siguen exponiendo ejemplos —como el del shooter usado en el vídeo— pero también se mencionan series como Homeland en las que la imagen del árabe no se aleja mucho del estereotipo que recibe desde Occidente. Todos estos obstáculos se acaban traduciendo en ejemplos concretos. En una Global Game Jam algunos participantes quisieron descargar una de las herramientas de desarrollo más populares. Uno de ellos se llamaba Muhammed Khan. Los dos nombres son dos de los más populares del mundo. Epic Games, que albergaba la herramienta de desarrollo, impidió su descarga por motivos de seguridad.

Y a veces fomentar la diversidad es tan sencillo como no prohibir la descarga de una herramienta porque te llames Muhammed, tan sencillo como incluir un protagonista andrógino en tu videojuego, tan sencillo como introducir una elección de género neutra, tan sencillo como introducir una mujer negra entre los personajes elegibles por el jugador, tan sencillo como enseñar un poquito de árabe en quince minutos.

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