El lado oscuro

Hace un par de semanas, en esa tensión previa a las elecciones generales, escribía en este mismo espacio sobre la relación entre las posibles conexiones que se podían hacer entre el bipartidismo y el fanboyismo, formas de ejercer la adhesión partisana a un aparato (ideológico o electrónico). El bipartidismo ha salido malparado (especialmente el PSOE), aunque no se haya destruido del todo, pero da la impresión de que se está abriendo un nuevo tiempo político. Quizás más lento y menos radical de lo esperado en un principio, pero cambio al fin y al cabo. Y del fanboyismo, ¿qué?

Pues en consonancia con estos vientos de cambio, he decidido aventurarme en tierra ignota para mí y dejar de lado mis prejuicios como jugador de PC, mi particular adhesión fanboy. Me he comprado una PlayStation 4, ese aparato de dominación videolúdica de Sony. Lo he hecho porque creo que es lo más opuesto que existe al PC gaming dentro de una lógica mainstream. Y porque parece haberse coronado como el vencedor de la última generación dentro del star system consolero, algo que resulta de gran interés para alguien que está investigando esto de la cultura del videojuego.

He de decir que es un salto que me produce cierta incomodidad. Son muchos años de pecero (tampoco es que vaya a dejar de serlo), intoxicado por un imaginario que lo representa como una forma primordial de juego; esencial y auténtica, lejos del sucedáneo videoconsolero. Ahora que la saga Star Wars ha vuelto a primera línea mediática, permítanme el chiste fácil: es como pasarse al lado oscuro. Confieso que también tengo una Wii desde hace años, que ya no toco desde hace mucho, pero difícilmente uno podría asociar lo Nintendo con algo oscuro y malvado.

Y es que lo que he visto y experimentado me chirría. Ese color azul, esos precios de los videojuegos —¡pardiez, qué precios!—, ese pagar por el online, esa obscena exhibición publicitaria constante, esa música del menú que parece sacado del hilo musical de un dentista, esa estética y discurso profilácticos, ese this is for the players. Todo rezuma pensamiento liberal y me recuerda al IBEX 35, a Florentino Pérez, al PP. Lo comparo con el PC, que parece decir Partido Comunista, con su proceder artesano, su suciedad, su estética gris, su fealdad, su dificultad; el PC es la gente, el pueblo —ese transcendente—, la comunidad, lo abierto. Pero hay que ser justo, el PC también destila supremacismo, con su lógica Master Race, sus gráficos ultra, su discurso esencialista sobre lo que es un verdadero hardcore gamer, sus devaneos de abuelo cebolleta asegurando gravemente cómo las videoconsolas han casualizado los videojuegos. Vamos, que no todo es blanco o negro. Hay una variada escala de grises. Y muchos colores, claro.

En definitiva, que me he pasado al lado oscuro. O, mejor dicho, he decidido no privarme de esa parte de la fuerza. Y la verdad es que tiene aspectos muy atractivos como sus títulos exclusivos —¡y qué títulos!— o su sencillez de uso. También, y aquí entra en juego el sociólogo, la fascinación por experimentar de primera mano algo que está definiendo la cultura videolúdica de forma fundamental en la actualidad. Ahí es nada.

Año nuevo, vida nueva. O eso dicen. No lo crean, es muy difícil incluso cambiar alguna cosa. Acuérdense, si no, de los propósitos fallidos del año anterior. Pero siempre está en nuestra mano dar algún que otro salto, aventurarse en alguna senda inexplorada. Pásense a su lado oscuro particular, aunque sea por un rato. Nuevos horizontes de posibilidad se abrirán ante ustedes.

Comentar

  • (will not be published)