¿El fin del fanboyismo?

Este domingo se celebran en España las elecciones generales con mayor trascendencia social y política desde el fin del franquismo. El paradigma político que surgió de la Transición —incluyendo mecanismos de gobierno, pactos sociales y silencios impuestos— parece agotado o al menos profundamente herido. Varias décadas después, el paradigma hace aguas debido a los traumas sociopolíticos y territoriales mal resueltos, a una corrupción sistémica que ha permeado todo el tejido de las estructuras de gobierno, a un estado del bienestar zarandeado violentamente, a un modelo productivo caduco y, en suma, a promesas incumplidas de un sueño liberal que nunca tuvo como objetivo primordial —si cabe accesorio— mejorar las condiciones del conjunto de la población. Y en todo ello, una alternancia política entre dos partidos, PP y PSOE, que si bien han hecho cosas distintas en lo superficial, mantuvieron sin apenas retoques el armazón del paradigma que ninguno se atrevió o no quiso transformar. Es la historia de una transición que no llegó a completarse del todo, tanto, que seguimos en ella.

Sin embargo, ante el panorama que se abre en estas elecciones, da la impresión de que estamos ante un cambio de paradigma. Aunque está por ver, ya que nunca hay que subestimar la capacidad que el sistema posee a la hora de reabsorber los elementos que surgen en sus márgenes. Pensemos, por ejemplo, en cómo cualquier tendencia indie pronto deja de ser independiente y entra en los mismos canales del mainstream. En el sector de los videojuegos es algo palpable. Incluso tenemos nociones como indies AAA. Estudios independientes produciendo obras con factura de gran título. O al revés, grandes compañías abriendo sus sellos independientes para captar ese mercado que se les escapa. En cualquier caso, lo que sí parece una realidad es el fin del bipartidismo.

Recientemente, Alberto Garzón, candidato a la presidencia por Izquierda Unida-Unidad Popular, concedió una entrevista a laPS4. Identificado como un «político gamer», Garzón va vinculando diversos aspectos del panorama político actual con distintos videojuegos, plataformas y otros elementos del universo videolúdico. En un momento dado, el entrevistador le pregunta si considera que, a pesar de haber empeorado con el tiempo, ciertos partidos —en clara referencia a PP y PSOE— siguen obteniendo muchos votos por mera costumbre. Garzón responde afirmativamente, ya que entiende que hay mucho votante que les vota «no porque le parezca bien o mal, sino porque es lo que ha hecho siempre». Y hace una interesante comparación. Al parecer, el líder de IU fue un gran seguidor de la saga Final Fantasy, pero considera que a partir de la novena entrega todo se vino abajo. Y sin embargo, da a entender —aunque no lo dice literalmente— que hay ciertas personas que siguen defendiendo los últimos títulos de la saga por rutina, porque son fans de Final Fantasy pase lo que pase. Como con el bipartidismo.

Y ahí es donde llegamos a uno de esos temas espinosos del mundo del videojuego: el fanboyismo. Si uno lo piensa bien, la historia del videojuego como medio, producto cultural y fenómeno social tiene unas coordenadas temporales de origen muy similares a las de la democracia española (que comienza en ese régimen de 1978). Y desde el principio, la adscripción incondicional a una plataforma, juego o género ha sido una constante. Sega vs. Nintendo. Los que se enorgullecen de pertenecer a la PC Master Race o los incondicionales de Sony. De Fifa o de Pro. Hooligans del Assassin’s Creed, del Minecraft, del GTA, o de los Souls. El hipsterismo retro o la vanguardia tecnológica. Seguidores de lo indie, fanáticos de los shooters, talibanes del rol. Da igual, fanboyismo por doquier.

Probablemente Alberto Garzón no será un actor central en la ruptura del bipartidismo y posible nuevo paradigma político que se avecina, pero su lectura de la situación parece bastante acertada. Si tan ligado, metafóricamente, parece haber estado el crecimiento y desarrollo de los videojuegos con los procesos políticos de las últimas décadas en España, ¿esto apunta hacia el fin del fanboyismo? Respuesta, tras el 20D.

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