El ludonauta

El pasado jueves, en el Debate en 140, organizado por Twitter España y “televisado” por YouTube, alguien les lanzaba la siguiente pregunta a los políticos que estaban debatiendo siguiendo el novedoso formato: «¿Alguna vez habías pensado en potenciar la industria del videojuego española? ¿Alguna medida concreta?» Entre las respuestas, ninguna de ellas con medidas específicas aunque todas favorables a la industria y en algún caso enmarcándola en el ámbito de una estrategia para fomentar el I+D+i, me llamó mucho la atención parte de la contestación que dio Íñigo Errejón, el considerado número 2 de Podemos: «Yo recuerdo siempre que cuando estuve haciendo la tesis me relajaba jugando a un magnifico juego español como era el Commandos».

Lo cierto es que su respuesta me descolocó enormemente. Sí, Commandos (Pyro Studios, 1998) es un juego español, de hecho, es una saga con dos títulos más. Y sí, es un gran título, al que dediqué unas cuantas horas en su momento. Pero lo que me sorprendió es que Errejón lo utilizara para relajarse cuando estaba haciendo la tesis. Yo he pasado por ese trance también, y fue sin duda la etapa más estresante de mi vida. Una experiencia absorbente, enriquecedora y fascinante, pero también frustrante, incapacitante y enervante. Invade todos los ámbitos de tu desarrollo vital: secuestra tu vida social, consume todo tu tiempo personal, afecta dramáticamente a tu crecimiento profesional. Quien todavía piense que los no-humanos carecen de capacidad de agencia, es que no ha tenido que enfrentarse a la tesis, convertida en dispositivo de dominación antes que de conocimiento. Entonces, ¿relajarse jugando con Commandos?

Los modos mediante los cuales nos relacionamos con los videojuegos son dispares y cambiantes, no sólo dependiendo de cada individuo, sino también del momento y el lugar. Tan importante es el texto como el contexto. Jugamos para relajarnos, para divertirnos, para darnos un descanso de la rutina diaria (que es el uso que parece que le daba Errejón a Commandos); es la lógica del escapismo. Pero también lo hacemos para explorar nuevos universos, experimentar situaciones que no podríamos vivir de otro modo, entender al otro, para emocionarnos; esto es, los videojuegos nos conectan con la realidad de otras maneras. Pero en lo más fundamental, jugar a videojuegos tiene que ver con emociones. Por eso me sorprende tanto que Errejón pudiera relajarse jugando al Commandos después de una intensa —todas lo son— jornada o semana de dedicación a la tesis doctoral. Commandos es un juego realmente difícil, que requiere grandes dosis de atención y uso de tus facultades intelectuales. A mí me frustraba bastante, y en aquel entonces no estaba haciendo la tesis. No se me ocurre nada peor para relajarme. Pero claro, es la potencialidad que encierran los videojuegos, esos poderosos actores no-humanos: se articulan con nosotros, los jugadores, de formas muy sorprendentes y cabe esperar resultados muy diferentes. Si Íñigo dice que le relajaba, es que le relajaba.

Pablo Iglesias dijo que si llegara a ser presidente del gobierno, Íñigo Errejón sería su vicepresidente, el «más joven y brillante de la Europa occidental». Pues sí, un tío que se relaja jugando a Commandos después de una de las actividades intelectuales más intensas que uno puede llevar a cabo a largo plazo, sin duda está hecho de otra pasta.

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