Homo Ludens

Siempre he considerado que uno de los grandes problemas de los videojuegos a la hora de influir en la percepción que de ellos se tiene es su nombre: videojuegos. Videojuegos, es decir, juegos de vídeo, es una palabra compuesta por dos que ya existían antes y dotadas de un significado propio que influye significativamente en lo que un no iniciado puede esperar de este campo. ¿Y qué es lo que esperan? Pues está claro, un juego. Un juego no es, teóricamente, algo serio que deba ser tenido en cuenta; un juego es cosa de niños, está ligado a la infancia y no es algo con lo que una persona adulta hecha y derecha deba perder su tiempo. Y de vídeo, es decir, se representan mediante imágenes… en la tele. Y la tele es, por antonomasia, el medio ideal para que los niños se entretengan y dejen de dar el coñazo pero, al mismo tiempo, lo que hace que no estudien. Pese a que infinidad de personas inviertan incontables horas de su vida frente a la caja tonta  nunca ha tenido una consideración social demasiado positiva que digamos, y a menudo se considera una pérdida de tiempo frente a entretenimientos mucho más enriquecedores como la literatura. Así que blanco y en botella.

Literatura, música, cine, libro, película, disco… No son términos asociados a nada que no sea, como mucho, el material o el objeto con que se difunden (como si los videojuegos se llamasen, qué se yo, “cartuchos”). Esto significa que el nombre de estos medios resulta intrascendente respecto a la percepción social que de ellos se tiene. Incluso entre los jugadores que crecieron jugando a videojuegos y siguieron haciéndolo al llegar a la edad adulta es frecuente, hasta diría que mayoritaria, la percepción del videojuego como mero entretenimiento sin fines mucho más allá que el de pasar el tiempo.

Lo que me sorprende es que entre muchos de los que escriben y teorizan acerca de los videojuegos la misma percepción triunfa: un videojuego es, imprescindiblemente, un juego. Yo no estoy de acuerdo con esta visión y en estefotos gatos artículo intentaré explicar por qué. Pero demos  la vuelta a la tortilla; empecemos por la otra parte: vídeo. Recuerdo un juego indie que salió en el Bazar de Xbox Live (lo que no recuerdo es su nombre, a ver si en los comentarios alguien me puede iluminar) que iba de alguien que se encontraba en un lugar totalmente oscuro. La pantalla estaba totalmente en negro en todo momento, no se veía absolutamente nada, y nuestro propósito era conseguir salir de donde estábamos guiándonos únicamente por el sonido. Es un videojuego que prescinde totalmente de cualquier elemento visual, así que la parte de vídeo como que no la tiene. Sin embargo su mecánica es, en esencia, exactamente la misma que la de un juego en el que tengas que escapar de un laberinto prestando atención únicamente a estímulos visuales como podría ser, qué se yo, Portal. Entiendo y espero que, pese a que el citado juego de escurridizo nombre prescinde de elementos visuales, todos estaremos de acuerdo en que sigue siendo un videojuego. Entonces, ¿por qué un videojuego no puede dejar de ser un juego? ¿Creéis que de llamarse “cartuchos” le daríamos la misma importancia al hecho de que tenga que ser un juego, entendiendo por ello lo mismo que por Andrés Iniesta en un partido de fútbol, el escondite, el Quién es Quién, un niño intentando no pisar el borde de unas baldosas o un par de gatitos haciendo ñoñerías con un ovillo de lana? Antes de definir juego, ¿no creéis que se trata de un término demasiado amplio y ambiguo como para definir  y ser característica principal de un medio que se diferencia por la interacción de una persona con un programa informático?

¿Qué significa jugar?

homo-ludensEn primer lugar conviene aclarar que no existe en las ciencias sociales una definición establecida o aceptada del juego como actividad humana. No es tan sencillo como acudir a la Real Academia Española de la Lengua y buscar “juego” en el diccionario, porque una cosa es una acepción adaptada al uso cotidiano y otra bien distinta es una explicación analítica de los mecanismos que llevan a los seres humanos, independientemente de la cultura a la que pertenezcan, a jugar. Al contrario, definiciones, explicaciones y teorías son tan diversas como autores que hayan abarcado el tema. Por mi parte me baso en Homo Ludens (1938), obra del filósofo e historiador holandés Johan Huizinga. El motivo de esta elección se desprende de las primeras páginas del libro, donde Huizinga explica que, pese a que no tienen por qué ser erróneas, la mayoría de explicaciones precedentes sobre la función del juego pecan de estar enfocadas desde perspectivas demasiado concretas (psicológicas, filosóficas, biológicas, etc.) o simplificadas mientras que, como él argumenta, cada persona puede tener una concepción muy diferente de lo que supone jugar, por lo que es preciso englobar múltiples enfoques y métodos de análisis y estudiar la evolución del juego desde su esencia más primitiva hasta sus complejas representaciones actuales. Es por ello que Homo Ludens divide la evolución del juego en tres fases, desde su origen como entretenimiento unipersonal hasta su conversión en deporte, pasando por un estadio intermedio en el que aparecería la competitividad al convertirse el juego en una actividad colectiva. Esto significa que sí, lo que hacen los coreanos con el Starcraft cumple todos los requisitos para ser considerado deporte pero que, también, no, la aparición de unas finalidades, objetivos o reglas específicos no es necesaria para hablar de juego. Entonces, ¿qué es?

En primer lugar cabe señalar que el juego no es un concepto culturalmente construido como sí podrían serlo el lenguaje o el trabajo. Esto significa que un individuo criado en aislamiento también tendería a jugar. Más importante: esto significa que un animal puede jugar, como todos bien sabemos, y ello implica que el juego no necesita los significados que la mayoría de las personas le otorga. Esto no supone que el concepto de juego pueda prescindir de las influencias culturales, al contrario; será la cultura la que incida más decisivamente en toda su evolución desde un punto de partida básico hasta una forma evolucionada y compleja como por ejemplo el deporte. Huizinga define el concepto de juego como una “acción u ocupación libre […] que tiene su fin en sí misma y va acompañada de un sentimiento de tensión y alegría y de la conciencia de “ser de otro modo” en la vida corriente”. Es decir, la única finalidad de jugar es el propio hecho de jugar, sin más ataduras. Por otro lado, lo que motiva al individuo a jugar podríamos decir que es una necesidad evasiva respecto a la realidad cotidiana. La evolución del juego a lo largo de la vida de las personas refuerza esta última afirmación, pasando de una parte fundamental del proceso de socialización (especialmente con una finalidad autoeducativa inconsciente) a una función evasiva mucho más importante.

Una de las características más importantes a tener en cuenta para nuestros propósitos es que el juego en sí debe ser libre; “El juego por mandato no es juego”. No se puede obligar a nadie a jugar, y es por ello que se trata de una actividad exclusivamente subjetiva. Esto significa que si yo me pongo a los mandos del multijugador de Halo, uno de mis mayores placeres culpables, y empiezo a masacrar niños rata de Arizona, estoy jugando. Estoy jugando probablemente más como un adulto que como un

Padre e hijo

Padre e hijo

niño (actividad evasiva), pero estoy jugando. Y me lo estoy pasando bomba. Ahora bien, si a mi padre, que odia los videojuegos con toda su alma y el solo hecho de ver un mando le da alergia, le enseñas los controles y fundamentos de Halo y le obligas a jugar… pues no, no jugará. Realizará la misma actividad que yo, pero no estará jugando. Para él será una actividad mecánica como lavarse los dientes o echarme broncas.

Teniendo esto en cuenta, llegamos a esa parte del debate en que se discute si ciertos videojuegos son o no son juegos. Por ejemplo un caso clásico como el de Dear Esther. Se trata de un juego en el que controlamos a un avatar que lo único que puede hacer es moverse por una isla y contemplar el entorno. Cuesta imaginar una situación en la que un individuo a los mandos de Dear Esther esté jugando. Sin embargo yo creo que sí es un videojuego. Y lo creo porque opino que lo que define al medio es una interacción; la interacción del jugador que produce una respuesta por parte de un sistema informático. Y eso en Dear Esther se da perfectamente; sin la acción del usuario no sucedería nada. En mi opinión cualquier medio audiovisual que permita una interacción por parte de una persona y proporcione una respuesta debe ser considerado videojuego, por más que ese término, como decía al principio, no me parezca nada adecuado.

dear esther

Ahora depende de cada uno. Si aceptas mi axioma de que un videojuego no tiene por qué ser un juego, estaremos de acuerdo. Si prefieres conservar la concepción clásica de que un videojuego debe permitir jugar, pues por mí perfecto (bueno, preferiría que estuviésemos de acuerdo, pero no se puede ser amigo de todo el mundo). Lo que sí me gustaría aclarar es que cuando alguien dice que un videojuego sin objetivos definidos como por ejemplo el editor de Minecraft o similares no es un juego porque, eso, no tiene objetivos definidos como completar niveles o vencer enemigos finales, francamente se equivoca. Se equivoca en primer lugar porque el hecho de que el juego no presente objetivos específicos no significa que el jugador no se los pueda crear a sí mismo (construir la Gran Muralla china, por ejemplo), y en segundo lugar porque, realmente, eso tampoco sería imprescindible para que una persona pudiese jugar con dicho programa informático. Y por otro lado pensemos en si jugamos para ver el final de los juegos o por lo que sucede hasta llegar a ese punto.

Y me reitero; que una persona esté controlando a Super Mario no significa que esté jugando por más que Super Mario haya sido concebido con un juego, al igual que el Monopoli, el escondite o la política internacional. Porque el que algo sea concebido con un fin no significa que ese fin se haya alcanzado. Ahora imagina que Super Mario fuese un videojuego más parecido al E.T. de Atari y nadie fuese capaz de entretenerse con él. En efecto, en ese momento dejaría de ser un juego pero, ¿dejaría de ser un videojuego? Yo no lo creo.

  1. Miguel R. Fervenza

    Yo me declaro incapaz de definir no ya videojuego, sino directamente juego. Dicho esto, la cita: «cualquier medio audiovisual que permita una interacción por parte de una persona y proporcione una respuesta debe ser considerado videojuego» nos lleva a que los reproductores de vídeo y audio serían videojuegos, interactuamos con el programa mediante el play, y este responde reproduciendo la obra. Es más, cualquier programa sería un videojuego. Algo no funciona ahí.

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  2. Javier Alemán

    Muy a muerte contigo en este asunto. De hecho, me encanta la conceptualización que hace Huizinga del tema y creo que va al pego para hablar de eso.

    De hecho, jugar con objetivos y de manera reglada parece en cierta medida menos juego que jugar por el hecho de hacerlo, ¿no?

    Pero bueno, tampoco quiero desbarrar. Sólo quería indicar que me ha encantado el artículo y que hago mío tu razonamiento: el problema está en el nombre de la plataforma, porque yo también tengo claro que en el momento en el que existe una interacción estamos hablando de videojuego.

    Salvo que hablemos de Kojima, que hablaremos de coñazo.

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  3. Pablo Gándara (Redhotgalego)

    Gracias por el comentario.

    Sobre lo primero, evidentemente me refiero a durante la ejecución del medio; durante una película no interactuamos con lo que se ve en pantalla. La película es un medio audiovisual, pero el reproductor de vídeo no lo es.

    Sobre lo segundo me has pillado un poco, la verdad. Pero eso no hace sino demostrar la inabarcabilidad del medio. Por ejemplo, si yo me propongo dibujar la Gran Muralla China con el Paint, en esencia ¿qué diferencia hay entre eso y cuando me da por construirla en el Minecraft o el Little Big Planet? No obstante quizás la definición quedó un tanto incompleta o requería de matizaciones, porque yo digo que el programa debe proporcionar una respuesta. Eso sólo sucede en los videojuegos; en un programa de otro tipo, digamos de uso práctico, el programa se limita a hacer lo que le ordenamos. Si yo mando a Excel hacer un cálculo el programa lo hace, me da el resultado y punto. Si yo mando a un jugador del FIFA hacer un pase, mi acción desencadena una serie de sucesos que el programa genera y que no dependen exclusivamente de mis acciones o que, al menos, yo no tengo por qué poder preveer. Incluso en los casos más complicados, como Dear Esther, tú puedes mandar al avatar avanzar, pero no puedes decidir qué aparecerá ante tus ojos. Quizás sea ese el factor diferencial (aunque probablemente me respondáis con otros ejemplos que desmonten el mío xD).

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  4. José Guillermo Gutiérrez Martínez (Mith)

    Para mí lo interesante es que ni siquiera somos capaces de ponernos de acuerdo en la definición de videojuego. Ni siquiera. ¿Cómo vamos a opinar sobre el siguiente escalón con un mínimo de seriedad?

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  5. Miguel R. Fervenza

    Con un reproductor de vídeo podemos jugar (sea el cacharro bajo el televisor o el VLC en el ordenador), no veas cómo emborrachamos a los que aparecen en pantalla reduciendo la velocidad de reproducción, o cómo conseguimos que los pedazos formen jarrones con el rewind. Creo que lo que falta incluir en la definición es que el programa fuese creado con el propósito de servir para jugar.

    Sería asimilable a la idea de juguete, un balón está pensado para jugar, la chapa de un refresco tiene como propósito mantener el líquido contenido y a salvo dentro de la botella y que este sea accesible una vez retirada; pero también se utiliza para jugar (o se utilizaba cuando los niños no tenían acceso al porno). Yo no diría que una chapa es un juguete (no la de un refresco), o un rodamiento aunque después sea utilizado para jugar a las canicas, pero sí un balón. Ahí radicaría la diferencia entre «The Movies» y un editor de vídeo con el que podemos montar las escenas de cualquier film de manera que cuenten una historia diferente a la original, con ambos podemos jugar, pero ese solo es el propósito del primero.

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  6. Musedoom

    Buff, esto es un tema harto complicado pero me gusta devanarme los sesos, jajaja.

    En primer lugar estoy muy de acuerdo en que jugar no es un concepto cultural para nada a diferencia de trabajar, jeje. Jugar es algo innato al ser humano tal como comer o aparearse y por eso debería desterrarse la idea de que los videojuegos o el simple echo de jugar son conceptos ligados a los niños, aun hay gente que sigue pensando así.

    Dejando eso de lado creo que la distinción entre juego y videojuego es que el primero es un término mucho más genérico y abierto y el segundo alude al ambito auidiovisual como has comentado.

    Como dice Miguel R. Fervenza una tapa de una botella no ha sido concebida como un juguete, sin embargo en función de cómo la uses se puede jugar con él, es algo subjetivo. Los dedos no son un juguete pero los niños a veces se ponene a hacer ñoñerías con ellos, e incluso adultos.

    Un videojuego implica, como has dicho, un medio audiovisual. Ahora bien, ¿pueden haber videojuegos que no sean juegos?. Creo que sí pero sólo desde un punto de vista subjetivo.

    Dando por cierto lo que Huizinga postula, si una persona no obtiene excitación y júbilo con un videojuego entonces teóricamente deja de ser un juego para él.

    Buen artículo, muy sesudo 😀

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  7. Albert Tejeda

    Me encanta este tema porque nadie se pone de acuerdo, y con razón xD Como bien se puede concluir, cada definición depende de la perspectiva que se adopte.

    Por lo pronto, me gustaría partir de una aclaración: «jugar» y «juego» pueden tratarse como dos conceptos no derivados aunque relacionados entre sí. En español son palabras derivadas y por eso tendemos a relacionar todo aquello con lo que jugamos con un juego. Sin embargo, en inglés, estas palabras no son derivados («play» y «game»), y de ahí que estudiar el juego sea más fácil en este idioma.

    Dicho esto, ambos conceptos pueden relacionarse tomando dos perspectivas:

    1.- «Game» es un subconjunto de «Play». Si pensamos en todas las actividades en las que podemos jugar (véase un niño haciendo volar su avión teledirigido), parece ser que no siempre que jugamos tiene que ser necesariamente un juego.

    Cuando jugamos con un juguete, lo utilizamos fingiendo situaciones (creamos un círculo mágico tal como dice Huizinga) y nos divertimos del mismo modo que cuando jugamos a Papá y Mamá, pero no podemos considerarlo definitivamente como un juego. En cambio, cuando jugamos al Parchís o al Tetris sí que solemos considerarlo como tal. ¿Por qué hacemos esta distinción?

    La principal diferencia entre ambos casos es que el primero no tiene unas reglas y unas metas definidas, mientras que el segundo sí. Por lo tanto, podemos decir que, cuanto más organizado y formalizado sea aquello a lo que jugamos, más lo consideramos como un juego.

    2.- «Play» es un elemento propio de cualquier «Game». Es punto de visto se basa en que, al jugar, los eventos del juego y su estado van cambiando según las acciones del jugador. Entonces, la experiencia resultante dependerá en parte de la forma de jugar, por lo que deberá tratarse como un elemento dentro del juego para ver cómo afecta a sus demás elementos formales.

    A mí me gusta adoptar la primera perspectiva porque se entiende que el concepto «jugar» es jerárquicamente superior al «juego». Sin el primero no existe el segundo y entendemos que se pueden jugar a muchas cosas y no necesariamente tienen por qué ser un juego.

    Así pues, cuáles son los elementos formales de un juego? E aquí el verdadero dilema. Hay gurús del sector con un montón de opiniones: q un juego tiene metas, conflictos, reglas, desafíos, que generan valor endógeno, pueden ser ganados o perdidos, etc. Lo que sí parecen estar de acuerdo todos es que, como dice Huizinga, es necesario el acto de «fingir» ser lo que no es, pero también debe tener metas, reglas y desafíos.

    A partir de aquí, ¿hay que considerar cualquier sistema formado por un avatar y un entorno digital como un videojuego? Por supuesto que no. Dicho entorno es, simplemente, realidad virtual. Y aunque todos los videojuegos son realidad virtual, no toda la realidad virtual son videojuegos. Por ejemplo: el escritorio de nuestro ordenador está compuesto por el icono de un ratón (el sujeto virtual, que a su vez coincide con el avatar del mundo virtual) y un entorno con objetos virtuales (iconos, barra de inicio, etc.) cuyo estado pueden cambiar dependiendo de las acciones del usuario. Como veis, podemos usar un escritorio y no estar jugando con él necesariamente.

    Por lo tanto, qué es un videojuego? Bajo la perspectiva que he dicho seguir al principio, es un subtipo de los otros tantos tipos de juego. Por lo tanto, comparte los mismos elementos formales.

    Ahora bien, cuáles son las principales diferencias entre un juego y un videojuego? Aquí algunas que se me ocurren ahora mismo:

    1.- Las reglas no tienen por qué mostrarse explícitamente.
    2.- El ritmo de juego está marcado, pues el ordenador mantiene el juego en movimiento a la espera del input del jugador.
    3.- Se muestra el mundo del juego directamente (no es necesario que los jugadores imaginen su entorno).
    4.- Se crea inteligencia artificial.
    5.- La interacción sigue el modelo persona-ordenador.

    Ahora bien, son todos los videojuegos… videojuegos? Bajo mi punto de vista, no creo que sea así. No puedo considerar un entorno virtual sin reglas ni desafíos como un videojuego, pues carece de esos elementos formales que lo caracterizan. Ahora bien, ¿puedes coger y montarte tu propio juego en dicho entorno tal como se ha dicho en el post y considerarlo entonces como un «juego»? Por supuesto, pero sólo lo será porque tú lo has convertido como tal.

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