La apatía os hará libres

No sé vosotros, pero yo he llegado a mi límite. Y lo peor de ello, o lo mejor según se mire, es que esta no es una de esas situaciones que podríamos considerar un drama, una adversidad que jode el flujo habitual de la cotidianidad humana, pero que, si la cosa fuera a más, lo sería y no habría vuelta atrás de ninguna forma. Y es que todos los que jugamos a videojuegos de forma más o menos regular, que estamos al tanto de lanzamientos, noticias, rencillas o que simplemente reímos con chistes referenciales de la industria del videojuego, no somos conscientes que tenemos un problema muy grave entre manos.

Esto no va de la violencia en los videojuegos, esa etapa está más que superada (aunque no por algunos medios), sino que va de algo mucho más importante y que cuenta con un interés por nuestra parte inversamente proporcional al que debería tener. Lo peor es que nos damos cuenta de ello cuando es demasiado tarde y lo único que cabe hacer entonces es tomar las famosas «medidas desesperadas». Hablo por supuesto de nuestro tiempo y nuestro dinero, las dos únicas cosas que exigen los videojuegos.

Por presentar el obligado contraste me veo forzado a viajar al pasado, aunque no a los años de la prehistoria lúdica, tan sólo saltemos una generación atrás, cuando Playstation 2 se comía el cotarro, Xbox despegaba asombrosamente y Gamecube estaba ahí. Pero aquí lo importante no son los sistemas que justificaban los colores de las cajas que poblaban las tiendas especializadas y los grandes almacenes, aquí lo que cuenta es que aún estábamos metidos en nuestra burbuja de relativa ignorancia, la cual fue reventada de la forma más espectacular e inesperada posible.

Dentro de nuestra burbuja, la información fluía con relativa rapidez, alimentada por las webs del momento, tanto nacionales como extranjeras, y las revistas. Sabíamos qué juegos iban a ser lo más cacareado del momento futuro, comenzábamos a darnos cuenta de los nombres que había detrás de cada título, buscábamos datos extra al terminar un juego para saber más del tío que diseñó God of War o Killer 7. Empezamos a conectar los puntos, pero nada más.

Por aquel entonces, Amazon comenzaba a sonarnos como algo más que una tienda de libros online, pero nos parecía de temerarios el comprar algo en sus estanterías virtuales (aparte de que el chaval de 19 años que tuviera tarjeta de crédito se podría considerar el puto amo en la época).

¿Y Steam? ¿Qué era Steam?

En definitiva, casi nadie era consciente de la que nos iba a caer, o más bien, nos ha caído.

Porque actualmente podemos decir que tenemos una intoxicación de información de proporciones bíblicas. A las ya vetustas webs de información de videojuegos, hay que añadir los tropecientos blogs al respecto que pretenden eclipsar a dichas webs haciéndose eco de las mismas noticias (GENIUS). Y por supuesto están las redes sociales, las que se podrían considerar las verdaderas culpables del problema.

En realidad una red social (y me refiero a Twitter) es algo maravilloso, porque me permite saber de qué está hablando un grupo de chavales mientras toman cañas a 500 kilómetros de mi casa. Eso era el futuro, el que la gente gritara al aire en silencio y sus gritos quedaran plasmados en forma de tuits. Cierto que el nivel de paja que puebla Twitter es demencial, pero cada uno tiene sus recursos y habilidades para filtrar lo que realmente considera digno de analizar o rememorar tomando cañas con sus amigos a 500 km del que originalmente tuiteó eso mientras tomaba cañas con sus amigos. Es todo muy «de flow».

Pero sabemos todos que, al juntar muchas voces, es más complicado escuchar y, por ende, analizar y filtrar. Así que lo más fácil es activar el piloto automático y considerar todos los mensajes como iguales. Y este es el punto en el que estalla el problema. Sí, he tardado en llegar al quid de la cuestión.

Ser aficionado a los videojuegos y tener cuenta en Twitter equivale a perder dinero. No es broma. No tengo un elaborado estudio con gráficos curradísimos que respalden mis palabras, pero por experiencia propia y ajena, sé que es una realidad. Perdemos dinero porque confiamos en la gente a la que seguimos, les apreciamos en cierta manera aunque nunca hayamos visto su cara, y eso nos lleva a confiar en su juicio.

Es por eso que, cuando @ElTioQueSigoEnTwitterPorqueHablaYEscribeDeVideojuegos recomienda que nos compremos Hitman Absolution en Amazon porque está a 15 euros y eso es un puto ofertón de los que hacen época, allá que vamos a hacer click como locos. Yo lo he hecho más de una vez y no soy el único. Somos así, maleables cual muñeco de barro aunque ensalcemos nuestra integridad ante los anuncios de televisión, los banners en las webs y los hashtags promocionales de Twitter.

La realidad es esa, que somos unos ansias, y cuando aparece ante nosotros una oferta acompañada con el texto «OMFG COMPRADLO AHORA MISMO» o «No comprar xxx por 5 euros en Steam es de ser gilipollas», se nos va una mano al ratón y otra a la cartera para sacar la tarjeta de crédito, si es que no tenemos cuenta en PayPal.

Los resultados de tal comportamiento creo que son más que conocidos por todos: Diógenes. Mucho se ha escrito al respecto y no pretendo aportar nada nuevo que no se haya explicado en las numerosas reflexiones que me han precedido, tan sólo recordar que es el verdadero problema que infecta a todos los jugadores actualmente. Contamos con herramientas para acceder de forma rauda a unos catálogos de juegos realmente acojonantes, los mejores de la historia me atrevería a decir. La consecuencia de tal avance es lógica, compramos sin parar, hipotecando nuestro tiempo futuro a la tarea de no sentirnos como idiotas al pensar en el dinero que hemos gastado por tener el último Humble Bundle.

Sí, sé que en este caso, como en el de las jugosas ofertas digitales, el gasto es realmente despreciable, pero es un gasto al fin y al cabo. Y el tiempo que deberíamos dedicarle a los siete juegos que nos han costado 2 euros, debería ser razón suficiente para pensarnos dos veces si queremos añadir nuevos títulos a nuestra ludoteca virtual.

Es por esto que la única solución que se ocurre para el problema en cuestión es simple: la apatía.

Viejo

La apatía, lejos de su percepción como algo detestable, puede salvarnos el culo. En lo que a videojuegos se refiere, las pasiones están a la orden del día y nos gusta llevarnos por ellas, dejando la razón a un lado durante unos escasos momentos mientras solamente pensamos «Eh, ¿qué puede salir mal?». Pues al igual que tras una borrachera, nos daremos cuenta de la respuesta a ese pensamiento «Todo». Queda muy bonito eso de «dejarse guiar por el corazón» y «hacer lo que te gusta» pero en el tema que nos atañe, uno se da cuenta de que, pasado un límite, no puede seguir por ese camino.

Y jode. Jode mucho. Y la dificultad que entraña el hacer uso de la apatía para no caer en la compra impulsiva que nos generará remordimientos a largo plazo es realmente elevada. Al fin y al cabo intentamos convencernos a nosotros mismos de que un comportamiento que nos aporta un subidón de alegría enorme, en realidad es algo malo. Es como intentar dejar de fumar sabiendo que la nicotina y el potingue químico de los cigarrillos no son nocivos, tan sólo nos quitan tiempo para poder fumar a gusto.

Soy totalmente consciente de que estoy hablando de casos extremos, pero lo realmente preocupante es que el número de estos casos está aumentando de forma alarmante. El modelo comercial de los videojuegos ha cambiando en poco menos de cinco años. La tan deseada rebaja de precios en los videojuegos ya es una realidad, pero no creo que la reacción de parte del público sea la adecuada, acaparando títulos como estuviéramos creando la ludoteca de nuestros hijos y nietos.

Creo que es necesario tomar, llegado el momento, la actitud de uno de los clichés americanos más famosos, el del viejo sentado en el porche de su rancho mientras limpia su escopeta acompasado con los movimientos de su mecedora. En el momento que aparezca una brutal oferta que sepamos, tras unos minutos de raciocinio, que realmente no es necesario poseer, disparo al aire y gritar aquello de «FUERA DE MI PROPIEDAD».

Roberto Pastor

Nunca pensó que una Game & Watch le llevara a adorar los videojuegos. Se dedica a la programación informática mientras disfruta de otras aficiones mal vistas como el manga y el anime. Participa en Kafelog, podcast en el que habla de cine.

  1. Mith

    Ya era hora de que alguien escribiera sobre el asunto. Sí, somos muy influenciables por nuestro entorno. Sí, cuando nos dicen que o hemos jugado a esto o somos subnormales nadie dice nada, pero el aludido se siente MUY MAL. Sí, nuestra cartera se pelea con nuestro orgullo y siempre gana éste último.

    PUES SE ACABÓ, HOMBRE YA.

    FUERA DE MI PROPIEDAD.

    Responder
  2. Yova Turnes

    Cuan cierto es esto compañero, ha llegado un momento en el que los que «vivimos» en Twitter necesitamos insensibilizarnos ante los contínuos tweets de ofertas, descuentos y gente «obligándote» a comprar X juego.

    Y he de reconocer que a veces he pecado de lo mismo, de publicar a los cuatro vientos tal o cual oferta, pero ahora estoy tratando de no caer en este burdo error. Al menos no demasiado…

    Magnífico!

    Responder
  3. Chuck Draug

    Cuando empecé a sufrir un principio de síndrome de Diógenes digital en Steam, supe que debía parar. Eran dos o tres juegos que no había podido aún jugar, pero ya eran dos o tres juegos más de lo que debería ser. Ofertas y «este amigo me ha dicho que…» hacen que uno al final pique. Y cuesta contenerse. Pero cuando se consigue, ¡ay, cuando se consigue! Tu tiempo libre y tu bolsillo te agradecen el autocontrol. Puede que vaya muy atrasado en novedades (de hecho, no voy al día ni en PC ni en XBox), pero puedo disfrutar de los juegos sin agobios ni ofertas que me hacen comprar algo que, seguramente, críe polvo u ocupe bytes de más.

    Responder
  4. karnbi

    Buenas me presento ante el grupo dde compradores de steam y humbles compulsivo.

    Si yo tambien he caido pero lo estoy dejando (solamemte los compro de ve’en cuando).

    Responder
  5. Cloudy

    Muy buen artículo, Roberto. En el mio de este mes también voy a hablar de algún «peligro» que nos presenta esto de Twitter y las redes sociales para nuestro mundillo. Aunque nada que ver con este tema, podría sacarle cierta relación. Parece que nos hemos puesto de acuerdo!

    Responder
  6. VaciadoMortal

    El famoso síndrome de Diógenes. Y ojo, porque aparte del «despilfarro» está el tema de los juegos que no llegamos a catar jamás o de esos indies de los que no pasamos más de 20 minutos jugando antes de desinstalar. A mí últimamente se me está pasando este furor indie, pero esa primera época con Súper Meat Boy, Braid y demás sí que hizo que me engorilara con el tema.

    Somos facilones y las cosas nos entran por los ojos, es jodido pero yo creo que poco a poco conseguiremos ir refrenando este ansia viva (esperemos!).

    Gran artículo Roberto, por cierto.

    Responder
  7. RetroMaquinitas

    Pues has dado en el clavo. El nombre técnico del fenómeno es Infoxicación. Demasiada información y nosotros incapaces de asumirla o procesarla en condiciones.

    En mi caso la compra compulsiva es más bien de trastos que no en steam, pero es extrapolable. Y es que el acceso a la información es tan beneficioso como estresante. ¿Solución? No creo que la haya, somos humanos y, como tales, débiles ante tanta tentación.

    Responder
  8. Narfm

    Sinceramente creo que la única solución a esto es, precisamente, la solución a la que llega cualquier persona que no está metida en el tema cuando preguntamos: no comprar más juegos hasta que no acabes los que tienes. Si estás disfrutando de un juego, y aun te puede dar muchas horas de superar récords, conseguir inventario, matar monstruos; es decir, diversión, ¿por qué comprar otro? Tan solo el tedio al mismo me parece justificable.

    Responder
  9. FANatiko

    Yo hace tiempo que vengo controlando tanto los juegos que compro como los que me paso. Va muy bien porque te da una visión real del crecimiento-decrecimiento de tu backlog. En mi caso, me resulta muy facil resistirme a los ofertones digitales porque soy consciente que el ritmo al que termino juegos es muy lento (ayuda que a mi me encantan cosas como el LoL o los MMO).

    Pero, poco a poco, cual hormiguita voy sacando cosas de la pila. Aunque quizás no consigo sacar más de los que meto, al menos todo lo que entra en la pila, ha resistido la prueba del tiempo. Si llevo tiempo detras de algun juego, acaba llegando, pero es mejor evitar «impulsos».

    Responder

Comentar karnbi

  • (will not be published)