Periodismo

Quejarse del contenido político de una obra cultural es un acto político en sí mismo: «No me interesa la política» —baló la oveja. Quejarse del gesto político es acomodarse en una política inmóvil, pétrea, no necesitada de movimientos. Quedarse quietecito, como dicta el sentido común, para no oír unas cadenas que, invisibles, no duelen.

Que PRISA monopolizara durante tantos años la red informativa española gracias a su alianza con el felipismo tenía que acabar algún día, y en tiempos políticos en los cuales vemos debates a cuatro el poder se trasvasa. La crisis económica propicia la aparición de Podemos. Su fuerte mensaje de izquierdas propicia un Podemos de derechas. El País enriquece a Cebrián mientras despide a periodistas. Censura en favor de la banca. El País no le gusta Podemos pero yo creía que El País era de izquierdas e independiente por la mañana, qué está pasando aquí. Es en La Marea donde se enlaza todo esto. Porque una cosa es lo que dice un editorial que va a ocurrir —lo que quiere que ocurra— y otra lo que realmente ocurre.

Los editoriales como señales de tráfico ideológicas del medio. No es casualidad la elección del titular, de la foto, de la noticia que se elige para la portada. No es casualidad y todo responde a la ideología que subyace.

The Republia Times es un juego corto de Lucas Pope, un embrión gratuito de Papers, Please que puede terminarse en quince minutos. Es embrión porque nace aquí la idea de Lucas de sostener la opresión totalitaria o combatirla según las decisiones que tomemos, ya sea a través de la elección de noticias en el primero o a través de la elección de concesiones de visados en el segundo. En The Republia Times somos un director de periódico que puede elegir qué lectores tener: qué noticias poner y en qué lugar del periódico colocarlas; no es lo mismo elegir la noticia de que el presidente ha visitado un orfanato que elegir la noticia que dice que se ha descubierto al presidente vestido de mujer —en nuestra cultura sigue estando mal visto hacer eso porque, cuidado, no vayas a despistarte y perder tu identidad sexual—, y no es lo mismo situar cualquiera de esas noticias en lo más recóndito del periódico que en portada. Esas elecciones influyen en los lectores, de igual manera que los editoriales de El País.

The Westport Independent continua la premisa del newsgaming ese concepto que aparece en la tesis de Gonzalo Frascay podríamos decir que es un The Republia Times que busca profundidad sin conseguirla. Sí, podemos dedicar esfuerzos de marketing para decidir qué noticias van a tener impacto en qué barriadas, sí, las distintas barriadas reaccionarán de manera distinta a las noticias según su contexto social —las barriadas pobres se fijan más en la criminalidad—, sí, en vez de publicar nosotros las noticias las dejaremos en manos de nuestros redactores, que a su vez tendrán distintos perfiles políticos —el redactor que ha nacido en barrios de lujo y ha recibido educación privada no pensará lo mismo que el que ha nacido en suburbio y ha recibido educación pública o no ha recibido ninguna—, sí, veremos al final del día cómo se juntan los redactores y comentan algunas de las decisiones tomadas o algunos de los eventos ocurridos en la partida, pero al final la sensación es que nuestras decisiones han afectado más bien poco al transcurso del juego. Los redactores, en la redacción, no se preocupan demasiado si el gobierno comienza a llevarse a sus compañeros; la música de fondo de estas charlas —que deberían profundizar en el contraste de opiniones— es alegre en un ambiente totalitario y la música que suena al final del juego —doce turnos dura la partida, hasta que se emite la ley de censura— invita a «bueno, así fueron las cosas en algunos sitios, está bien que lo sepas, supongo» más que a una honesta reflexión sobre el control periodístico, que además se aborda de manera vasta a través de mensajes nada sutiles. Cuesta tomarse en serio The Westport Independent cuando sus creadores no parecen querer hacerlo.

Pablo Iglesias, que se quejaba hace poco del contenido creado por un periodista de El Mundo, no concede entrevistas al medio que otras veces critica el corte editorial de los periódicos que intentan ahogar al primero. La realidad política que nos rodea es un prisma compuesto por las proyecciones ideológicas de personas y obras culturales que consumimos. Y así vamos, meciéndonos por entre las aristas del prisma, intentando adivinar quién conduce por ellas y por qué.

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