The Bridge es una mierda. Y no me malinterpretéis, es una mierda de las buenas. Es lo mejor que me he echado a la cara en años en lo que a videojuegos se refiere.

¿Por qué digo que es una mierda pues? Pasad y mirad.

The Bridge es el ¿»vivo»? ejemplo de que no hace falta ser una gran compañía con cientos de desarrolladores y programadores en plantilla ni contar con infinito presupuesto para ser un buen juego. Ni siquiera pertenecer al tipo de juegos que la mayoría de adolescentes busca para jugar con sus consolas y hacer sus gameplays para colgarlos en Youtube (¿he oído shooter?). Este rompecabezas de juego, por no tener, no tiene ni color. No os equivoquéis ni un poco, en este juego lo único que vais a matar son neuronas, las vuestras, debido a los magníficos 24 niveles que se han hecho para él. Programado y desarrollado por solamente dos personas (Ty Taylor y Mario Castañeda) este juego es el «Solitario» pero en guay, hecho para gozo y disfrute de la gente que anhela un reto intelectual que muy pocas veces se da en su vida. Para que os hagáis una idea, The Bridge es el Sean Connery o el Clint Eastwood de los juegos. No es para nenazas. Es más, dudo bastante de que los jugadores camperos de shooter siquiera se lo acaben solo una vez.

The Bridge, un título indie, juego blanco y negro por doquier en el que el protagonista no habla, y tampoco sabes su nombre (en eso me recuerda a Limbo), está en un mundo «bocetado», hecho a base de papel y lápiz, simplemente sublime. Es el ejemplo perfecto de que para ser un buen juego, no necesitas gráficos para mover un tren, sino una jugabilidad que enganche. Con un estilo bastante minimalista, The Bridge nos encandila con su extraño mundo y sus escenarios, que se encuentran inspirados por la imaginación de M.C.Escher y la física de Newton (algo que deja claro con un curioso guiño al principio de la historia), algo atrás se queda su banda sonora, que sin ser expléndida (sic), no está hecha para que se quede en la cabeza del jugador pasado un tiempo, sino que cumple perfectamente su propósito. A un nivel bajo esta música permite que el jugador se concentre, está hecha para eso, sin que ningún agente externo te distraiga de su propósito.

Posee una fuerte carga argumental, donde si bien es algo confusa, es posible que no deje indiferente a nadie. En esta historia seremos espectadores de los pensamientos del protagonista, y dioses de sus actos. Nosotros decidimos dónde va y qué hace en cada momento, pero la historia la hila él, nuestro querido personaje principal, un genio matemático que nos cuenta lo solo y encerrado que se encuentra en su vida (por eso accedes a todos los niveles desde su casa)… Una metáfora muy interesante y que le da sentido al juego, ya que al resolver cada nivel es como si te adentraras cada vez más en su mundo de matemática abstracta, físicas imposibles e inteligentes perspectivas.

Es un juego simplemente perfecto, aunque la música se torne algo repetitiva en algunas partes del juego, pero ya hemos dicho que cumple su función a la perfección, que es la mejora de la concentración del jugador.

Cumple su mecánica de juego, es un juego «físico» pero a veces sigue una física muy caótica, por no decir casi siempre, y alguna vez nos quedaremos atascados en algún puzle en los que creeremos en alguna extraña solución y al final esa solución es más fácil que la que nos habíamos planteado. Esto es así. En ese sentido, me recuerda mucho a otro juego que salió para PSP llamado Echocrome (SCE Japan Studios, 2008) (muy bueno por cierto, recomiendo jugarlo) que también se basa en las litografías de Escher y promete varios ratos de devaneo de sesos entre mundo y mundo. Hay que jugar mucho con la física, pero sobre todo con la perspectiva de los objetos. Ésta última hay que tenerla muy presente.

Nos encontraremos bastantes obstáculos, como puertas cerradas (en las que necesitas obtener llaves para abrirlas), bolas de metal gigante que basta rozarlas para hacer un «Game Over» o vórtices que absorben todo lo que encuentran cerca, pero se puede volver hacia atrás (estilo Prince Of Persia), aunque el juego, si se es habilidoso (no es mi caso), se puede acabar en unas 2 o 3 horas. Algo corto, pero recordemos que es un juego de desarrollo independiente. Es una duración normal para este tipo de juegos. Aunque lo mejor de todo no es su jugabilidad, es su re-jugabilidad. Al pasarnos la primera vez el juego se nos dará acceso a un nuevo modo, llamado «Modo Reflejado» donde si bien son los mismos niveles, éstos están «reflejados», la física actúa de manera distinta en unos objetos que en otros y hay muchos más obstáculos y objetos, dando un verdadero dolor de cabeza en algunos casos al jugador, convirtiendo así el modo normal en un simple paseo. Este nuevo modo perfectamente dobla la duración del modo principal (aunque sean los mismos niveles), llevándonos unas 4 o 6 horas de exasperación al no completar un mundo que en el modo principal estaba «chupado».

Para controlar el juego necesitamos jugar con dos personajes a la vez, nuestro personaje principal y el mundo en sí, que si bien no es un personaje jugable lo podemos manejar «a nuestro antojo». esto es, girándolo a izquierda, derecha, poniéndolo del revés, y andando con las flechas de dirección con nuestro personaje principal y usando la única tecla que tenemos para interactuar con algunos objetos del escenario. Juntando esas dos cosas a la vez conseguiremos completar satisfactoriamente (o no) los niveles que Ty Taylor y Mario Castañeda nos proponen.

Si juegas con Steam, te gustará saber que The Bridge cuenta con 16 logros.

Por si aún no os habéis dado cuenta, el juego engancha, por eso es una mierda. No pararás de jugar y/o pensar en él hasta que te lo pases. Es un verdadero reto mental al que todos, sin excepción, deberíamos jugar.