Cuéntame un cuento: To The Moon

La industria del ocio electrónico no para de evolucionar, y ya con las sucesoras de las actuales consolas en la pista de lanzamiento, estamos, otra vez, a punto de entrar en una nueva transición generacional. Este progreso implica que nosotros, los consumidores, exijamos nuevas plataformas que aporten juegos más grandes, con mejores gráficos e innovadoras mecánicas. En definitiva, videojuegos más y mejor hechos que todo lo que dejamos atrás. Y muchos son los que parecen preocupados por qué depararán las consolas del mañana. Con qué avances tecnológicos nos sorprenderán las grandes compañías a medida que se les vayan descubriendo nuevas propiedades. Pero en lo que a mí respecta, soy de los que opinan que esta industria debería destinar más recursos a buscar nuevas rutas. A intentar ofrecer juegos de aspecto pulido y buen diseño. Expandir aún más sus límites, si es que los tiene, para contar mejores historias de una mejor forma. Por supuesto, sin olvidar esos elementos interactivos que hacen de esto, los videojuegos, un sector diferente al resto de la industria de entretenimiento.

Llevo demasiado tiempo en esto como para no buscar algo especial en un videojuego. Por esa razón, me la trae bastante al pairo lo que CrytekEpic o cualquier otra fábrica de motores gráficos venga a venderme. He llegado a tal punto en el que si algo no tiene la capacidad de aportarme una experiencia enriquecedora en cualquier sentido más allá del puro divertimento casual, si no cuenta con esa chispa que lo hace único por alguna razón, encuentro que algo está fallando. Curiosamente, los títulos que más he venido disfrutando de un tiempo a esta parte han sido, bien juegos de clara inspiración retro, o auténticos experimentos en los que había mucho que perder. Y no creo que con los años me haya convertido en un sibarita ni en el gafapaster de turno. Sencillamente, estoy cansado de tanta monotonía y de videojuegos que no me dicen nada. De alzar la vista hacia las estanterías y no ver más que la misma mierda de siempre con distinto nombre por culpa de productoras con recursos dadas a no arriesgar lo más mínimo, atiborrándonos con títulos pre-cocinados cuando podrían elaborar el potaje de la abuela, y tengamos que recurrir, no ya al mercado independiente, que también, sino a que la Valve de turno le de por lanzar un nuevo Portal, o que una casi desconocida Arkane Studios le pase la mano por la cara a los más grandes con su Dishonored. Aunque, supongo, que hoy en día ya le dan una estrella Michelín a cualquiera.

To the moon

Pero ahora quisiera alejarme todo lo posible de esos mastodontes adictos al The Macallan, dejar de divagar y centrar mis palabras algo más a pie de calle. Y, por suerte, cada vez se me hace menos sorpresivo, pero sí altamente gratificante, encontrar esas grandes esencias en diminutos frascos. En este sentido, unos de los últimos en descubrirme una nueva forma de contar una bella historia, logrando que me olvide de todo lo demás, son los cuatro gatos que forman Freebird Games, con Kan «Reives» Gao a la cabeza, y su To The Moon (Freebird Games, 2011). En el que, paradoja mediante, resulta difícil identificar todos aquellos patrones que vengo repitiendo durante más de veinte años y que se presuponen debe ofrecer un videojuego.

A su manera, y con sus limitaciones, la obra de Freebird Games nos permite de una forma muy singular tomar parte de un precioso cuento que se las arregla por sí mismo para ser divertido, hermoso y trágico a partes iguales sin la necesidad de esconder elementos artificiosos bajo una finísima capa de drama y misterio. De manera terrenal, con su caperuza de JRPG noventero, To The Moon nos transporta a los últimos días de Johnny, un adorable abuelito que, postrado en su cama, contrata los servicios de una empresa que se dedica a hacer realidad los sueños de sus clientes a través de sus recuerdos. Estas intervenciones, sin embargo, son del todo permanentes, por lo tanto sólo pueden llevarse a cabo cuando el paciente está a punto de morir. Los dos científicos encargados de hacer realidad la última petición de Johnny, la Dra Eva Rosallene y el Dr Neil Watts, tendrán que indagar en el subconsciente de su cliente, y de forma regresiva, infiltrarse en sus recuerdos y buscar entre los aspectos más destacados de la vida de éste para encontrar las motivaciones que lo llevan a querer ir a la Luna. El problema viene cuando para realizar dicha empresa, el cliente debe conocer los motivos reales de dicho deseo, pero Johnny no sabe por qué quiere ir a la Luna. Sólo sabe que quiere hacerlo.

To The Moon no se trata del cómo, sino del por qué: a medida que conocemos mejor a Johnny y descubrimos aspectos de su pasado y motivaciones, la historia, de forma totalmente sutil, va dibujando una línea que nos guía hacia su final. Uno trágico e irremediable que aceptamos incluso antes de involucrarnos emocionalmente con sus personajes. Burbujas de texto simples y una expresión minimalista son solo el telón de fondo para lograr una sensación de opresión emocional que rompe en un torrente descontrolado cuando comienzan a sonar las piezas finales de Laura Shighara (Plants vs Zombies).

Lo que hace especial a To The Moon reside en su capacidad para transmitir un mensaje que se aloja rápidamente en el corazoncillo de quien lo afronta como algo más que un videojuego, o quien lo hace precisamente como eso y no busca nada más que pasar un rato entretenido. Cierto es que la interacción directa con las mecánicas es mínima, casi circunstancial, y queda resuelta en sencillas búsquedas de objetos y la resolución de simples -y repetitivos- rompecabezas a modo de interludio. Pero, sinceramente, poco me ha importado.

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Lo que To The Moon ofrece es una reinterpretación de narrativa interactiva, arrojando situaciones en las que la comedia irrumpe sin previo aviso para tratar inteligentemente fenómenos culturales contemporáneos al mismo tiempo que sentimos cómo un escalofrío recorre nuestra espalda y empieza a aflorar una sensación de desazón. La habilidad para conmover de mil formas distintas sin llegar a ser pegajoso hacen de To The Moon un videojuego fantástico. Maravilloso. Y no precisamente por su superlativa tecnología ni desorbitantes medios, sino por su simpatía, su honestidad, lo que en resumidas cuentas converge en una experiencia muy singular, una de esas aventuras que bien vale la pena disfrutar sin descanso de principio a fin. Pocas horas, no más de cinco, en las que simplemente necesitamos que nos empujen un poco para empezar a mover muñequitos por mediación de algo más que simples algoritmos. Porque, yo me pregunto: si cambiamos la fórmula de manera un tanto drástica, ¿podemos considerar que seguimos jugando?

  1. Musedoom

    Este juego es simplemente una preciosidad. La historia es tan bonita y está tan bien cuidada. Y la estética es para mi perfecta. No es un juego con unos gráficos a la última pero no todo son los gráficos y este juego transmite algo muy especial y su diseño artístico tiene parte de la culpa.

    Muy buen artículo.

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  2. Carlos L. Hernando

    Este juego me llamó la atención desde que salió y en cuanto pude, me hice con él. Es toda una patada en los huevos a aquellos que dicen que hacen falta gráficos fotorrealistas para transmitir emociones.

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