Las calles de la ira (I)

Adam Hunter medita

Adam Hunter. Puño lento.

Adam Hunter. Puño lento.

Para Adam Hunter las últimas horas eran pura mierda.

Estaba encerrado en la típica habitación de interrogatorios en la que siempre estuvo al otro lado de la mesa. O mejor aún, al otro lado del cristal, observando al detenido esperando un gesto o un comentario que llamara la atención y condujera a la pista definitiva que resolviera el crimen. No pocas veces vio a gente cagarse encima de miedo, y no pocas veces tuvo que poner esa cara de mierda mientras le decía a la limpiadora que, otra vez, tenía que limpiar el suelo.

Cucarachas, joder.

Cuando se metió en el Cuerpo creía que esas habitaciones solo eran carne de escritores mediocres que se dedicaban a la novela policiaca porque no daban para más, los muy gilipollas. Escritores mediocres cuyas mujeres se fundían sus sueldos en sesiones larguísimas de peluquería y se tiraban a culturistas en sus Chevrolet. Putas de oro, de esas que mascan chicle enseñando sus encías negras. Sonrisas maquilladas.

Con todo lo que había ocurrido en esa puta ciudad, que estuviera ahora detenido y le hicieran esperar precisamente ahí era una mierda jodida. Muy jodida.

Le habían dicho que otro inspector iba a interrogarle. El primero había nacido con un palo metido en el culo, muy metido, muy arriba, hasta la laringe. Una vez leyó en una revista que había africanos que seguían empalando a gente. O algo así. Había llegado llamándole «negrata», como si todos esos trucos de mierda no los hubiera usado él, como si él no estuviera ya acostumbrado a la auténtica mierda de las calles, a esa incultura chulesca, desagradecida, a la que podías engañar diciéndoles que la impresora era un detector de mentiras, imprimiendo las respuestas que esperabas que dijeran para echárselas encima logrando que se autoinculparan.

Joder.

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Se había acercado a él. Para detenerle, claro, para qué coño iba a querer interesarse en preguntarle, ¿verdad? Tras unas horas de interrogatorio exhaustivo, Adam seguía bajo custodia. El tipo no se fiaba de él. Y no era para menos, joder, habían estado a punto de follarse a toda la puta ciudad. Pero no era su culpa, coño, no lo era. ¿Quiénes más que él, su primo, Axel, Blaze y los demás habían luchado por limpiar la ciudad, frente a toda la puta basura que lo gobernaba, incluyendo policías con gabardina corruptos como el que  él había tenido enfrente? No, joder, ya estaba muy cansado, habían sido tres años intentando hacer desaparecer la mancha de mierda del culo de América. La ciudad estaba podrida, de la cabeza a los pies. Y joder, no se extrañaba de que el tipo sospechara de él. Al fin y al cabo él mismo se había planteado a veces si el jodido Mr.X, al querer hacer explotar las bombas que destruyeran la ciudad, no estaba, en cambio, haciéndole un grandísimo favor.

Una gran bala es la que se merecía la ciudad. De punta hueca.

El segundo inspector

Entré en la habitación. No tuve que resolver grandes obstáculos para quedarme con el caso, pese a mi reciente incorporación. Nadie lo quería, no fuera que quemara. Y yo quería conocer a fondo a esos policías.

Adam Hunter estaba delante mía, atado de pies y manos. La situación no le era extraña. Era una leyenda viva para el Cuerpo. Algunos decían que había ayudado a Mr. X, pero no eran más que envidiosos que no querían reconocer su ignorancia sobre lo sucedido. Adam y sus amigos habían dejando el Cuerpo, habían buscado por su cuenta y habían derrotado al cáncer. Yo estaba ahí para descubrir cómo había sido, y nadie me envidiaba. Hablar con Adam Hunter se había convertido en soportar lamentos, quejas, monosílabos y onomatopeyas. No quería hablar. No estaba interesado, simplemente. No confiaba ya en el Cuerpo, y motivos no le faltaban.

Solo jugaremos con Adam Hunter en la primera entrega de la saga.

Solo jugaremos con Adam Hunter en la primera entrega de la saga.

Antes de entrar me despeiné un poco, me ensucié los zapatos, me arrugué la camisa que me habían planchado. Lo que menos necesitaba ahora era a ese héroe silencioso negándose a hablar conmigo por pensar que era un novato.

– Hola, Adam, estoy aquí para que reconstruyamos todo lo ocurrido, por última vez.

Silencio.

– Sé por todo lo que has pasado, todo el infierno. Sé que durante mucho tiempo estuvisteis solos. Sé que todo eso te ha machacado la mente.

Silencio. Mirada a la pared.

– Sé que te da igual ya todo. Menos una cosa. Tu primo. Sé dónde está.

Silencio. Le traiciona el cansancio. Dos parpadeos rápidos. Interés.

– Haremos un trato. Te contaré qué ha sido de él y a cambio me narrarás por última vez todo lo ocurrido.

Silencio.

– Es tu última oportunidad. No tienes nada que perder. No está clara tu participación en todo lo ocurrido desde que empezasteis a perseguir a Mr. X. Hay gente que piensa que trabajabas para él.

Parpadeos. ¿Incredulidad? Silencio.

– Te quedan meses de juicio. No lo tendrás fácil. Seguramente seas condenado. No hablarás con nadie más durante el resto de tu vida. Haz un último esfuerzo. No me fío de los resúmenes anteriores. Cuéntamelo todo, que quede escrito en algún sitio tu auténtica versión de lo ocurrido. Si me lo dices, me aseguraré de que Sammy entre en la Universidad.

Silencio.

– Está bien. Hasta siempre, Adam.

Fui hacia la puerta, así el pomo.

– Espera, cabrón.

Streets of rage (Sega, 1991)

La ciudad era una mierda. Una Gotham. Una ciudad de las que hablaba Philip K. Dick. Sí, aquí donde me ve he leído. Corrupción. Un estercolero. Crímenes, asesinatos, violaciones…todo lo gestionaba un sindicato criminal secreto. El jefe era solamente conocido por Mr. X, muy original todo. En el Cuerpo intentamos montar una unidad para investigarle, pero nos frenaron. Nos quedó claro que el Cuerpo estaba también corrupto. Hablé del tema con dos buenos policías, Axel y Blaze. Me escucharon. Pensaban como yo. Así que decidimos investigar por nuestra cuenta. Teníamos conocimientos de artes marciales, cada uno con su estilo. Ninguno pasábamos de los 25. Qué coño, éramos jóvenes.

Combate.

– Los inflábamos a ostias. No hay armas, las reservan para asaltos y cosas más serias. En la calle solo hay puños. Nosotros lo sabíamos, y ellos también. Así que podíamos con ellos. Rodillazos, cabezazos…todo sirve. A mí se me da bien el boxeo, y los demás tienen su estilo.

– ¿Cómo aguantabais tantos golpes? Quiero decir…según lo que hemos investigado, habéis peleado con mucha gente, es sobrehumano.

– Tomábamos [censurado] y [censurado].

– ¿[censurado]?

– Sí. Teníamos que aguantar, como fuera. Puedes llamarlo manzanas y pollos asados en tu informe. Con eso teníamos.

Armas.

– Ya te lo he dicho, nada de armas. Usaban cosas contra nosotros y nosotros contra ellos. Cuchillos, bates de béisbol, tubos de cañerías, botellas…aunque las botellas solo las usaba cuando estaban intactas, me encantaba reventárselas en las cabeza a esos cabrones…

– ¿Tubos de…?

– Ya te lo he dicho. La ciudad se cae a trozos. Es una cloaca. Todo sirve.

Enemigos.

– Pues había de todo. Gualtrapas de medio pelo, punkies de chaqueta vaquera, rodilleras, músculo y escasa sesera, la básica carne de cañón. Había también monjes.

– ¿Monjes?

– O de una secta, qué coño sé yo. Tenían togas, o como mierda se llamaran. Había una especie de tortugas ninja, bastante inútiles.

– ¿Y lo de las prostitutas?

– ¿Las putas? Sí, claro. Con sus látigos y todo. Y hasta payasos. Con antorchas y hachas. Aprendices trasnochados del Jóker ese que sale en las películas.

Jugabilidad

– No sé a qué te refieres. Éramos jóvenes. Aún no sabíamos nada de clones, ni de lo que estaba por llegar. El sudor nos corría por la espalda y nos daba igual. En esa época, pese a nuestras aficiones marciales, éramos aún bastante inexpertos en la pelea. Nos limitábamos a lo básico.

Sonido

– ¿Que qué música escuchábamos? No me jodas, ¿en serio me estás preguntando eso? Yo qué mierda sé. Lo que me gusta oír ahora, supongo. Soul II Soul, Blackbox, Maxi Priest, y Caron Wheeler. Ah, y un tipo nuevo llamado Yuzo Koshiro. Eso es música, y no la mierda techno que ponen ahora por ahí. También me gusta el reggae, pero seguro que como soy negro ya te lo imaginabas, ¿no?

Gráficos

– ¿Me preguntas por la ropa? Yo qué sé. Te lo he dicho antes, éramos inexpertos. Y aunque la cosa mejoraría mucho en los años siguientes, guardo un gran recuerdo de esa época. Porque fue la primera vez que nos juntamos. Y nunca hay dos primeras impresiones.

Multijugador

– Me pierdo. A veces peleábamos solos, y a veces en parejas. No sé si eso es lo que preguntas. Las cosas eran distintas, evidentemente. Aunque pelearas con un compañero, tenías la sensación de que la gente a la que apaleábamos se duplicaba. Alguna vez hasta nos golpeábamos entre nosotros sin querer. Al final llegamos todos juntos, y recuerdo que Mr. X intentó dividirnos, poniéndonos a unos contra otros. No lo consiguió, claro. ¿Te imaginas a uno de nosotros siendo el líder del sindicato?

Historia y Bosses

– Dijiste antes, Adam, que empezasteis buscando información en la calle.

– Sí, claro, lo mejor es tirar del fruto para llegar a la raíz. Fuimos a la calle. La ciudad arruinada, pero que no falten los café-shop, los restaurantes de lujo y todo eso. Mucho breakfast y mucho diner. Mierda de neón.

Streets of Rage-1

Ostias de neón.

Un boomerang como arma mortal.

Un boomerang como arma mortal.

Streets of rage

Hay una ley que te permite apalizar a quien juegue con un boomerang. Sin distinción de edad.

– ¿Y?

– Pues nada, acabamos encontrándonos a un tío bastante grande, que usaba como arma un boomerang. ¡Un boomerang!, ¿te lo puedes creer? Menudo gilipollas. Nos dijo que en la calle de los yonquis encontraríamos a un tío que sabía más información.

– ¿La calle del yonqui?

– No me acuerdo cómo se llama, joder. Pero tenía pinta de eso. Jeringas, goteras, cristales rotos, plástico volando, basura…todo pintarrajeado con los graffitis de los gilipollas esos.

– ¿Recuerdas algo más?

– Sí. Por todos lados había carteles de una mujer que anunciaba un gimnasio. Aunque créeme, ninguna mujer querría esos bíceps.

– Ya…¿y ahí?

Solo este rubio Freddy Krueger es capaz de distraernos del cartel. EL CARTEL.

Solo este rubio Freddy Krueger es capaz de distraernos del cartel. EL CARTEL.

– Pues había un tipo largo, rubio, muy delgado, que nos atacó con sus garras. A lo Freddy Krueger, el bastardo. Lo tumbamos y nos indicó que había un tipo en la playa que trabajaba para Mr. X, un antiguo luchador de wrestling. Fuimos a la playa. Recuerdo que ese día llovía. Estábamos cerca del parque.

– Estuvo lloviendo todo el día, según me han dicho.

– No sé, el tiempo era confuso. Solo recuerdo la lluvia, y que el viento movía las latas que había entre la arena.

– ¿Y el luchador?

– El muy subnormal estaba casi desnudo, haciendo yoga o algo así. Era fuerte, pero lo reventamos a patadas. Le dimos una buena. Le quemamos el pelo.

– …

– No me vengas ahora con gilipolleces. O ellos o nosotros. Y nos dijo dónde estaba Mr. X. Estaba en una fábrica, al otro lado de la ciudad.

– Así que fuisteis en barco, atravesando el canal.

– Bingo, Sherlock. Pero antes tuvimos que pasar por el puente. Arrojamos a muchos de esos cabrones al agua. Y al final había un gordo enorme con tirantes. La maldita bola de sebo lanzaba fuego por la boca. La grasa de su barriga no impidió que le jodiéramos bien. Llegamos al barco, y…

– ¿Y qué?

– Nada.

– Adam.

Los clones de Blaze son jodidos. Son la antesala del combate final con Mr. X, y sin la ayuda del SWAT pierdes vidas a cascoporro.

Los clones de Blaze son jodidos. Salen en el barco y son también la antesala del combate final con Mr. X, y sin la ayuda del SWAT conocerás a tu fiel amigo el CONTINUE.

– Nos esperaban. Pudimos con todos, pero al final había…

– ¿Qué había?

– Dos Blaze.

– ¿De qué hablas?

– Dos Blaze, te digo.

– Dos clones ¿no?

– No te rías, subnormal. No sabes nada. Sí, eran dos clones. Rápidas, ágiles. Como Blaze, vamos.

– Ya.

– Me da igual que me creas o no. Cuando acabamos con ellas estuvimos esperando el atraque mirando la ciudad. No es una fea ciudad, por mucha mierda que le hayan tirado a la cara. Llegamos a la fábrica. Unos divertidos carteles nos alertaban por toda ella del peligro, como si no viéramos todas las máquinas prensadoras que había. A uno le pusimos bajo una prensadora y le aplastamos la cara. Sentí cómo temblaba su cuerpo cuando su cabeza se prensó. Sentí los sesos entre mis dedos.

– ….

– Y había más de esos.

– ¿Más qué?

– Más clones. Subimos al ascensor. No sé a cuántos tiramos hacia abajo, perdí la cuenta, y luego accedimos al pasillo. Antes echamos una mirada a la ciudad, que se veía espléndida. ¿Sabe? En el fondo todo ésto lo hemos hecho por ella, como esas putas ingratas que nos sonríen cuando logran que nos peleemos por ellas.

– El pasillo donde Mr. X tenía el despacho.

En los ´90 aún se pensaba que la combinación de rojo y dorado era elegante. Según avancemos por el pasillo (rompiendo con lo anterior, dirigiéndonos ahora hacia la izquierda) veremos cómo el amanecer se va dejando ver por las ventanas.

Rojo y dorado. Así veían el lujo en los ´90. Según avancemos por el pasillo (rompiendo con lo anterior, dirigiéndonos ahora hacia la izquierda) veremos cómo el amanecer se va dejando ver por las ventanas.

– Sí. Ya sabes que nuestro amigo, el SWAT, nos estuvo ayudando a veces con artillería pesada. Pero ahí no podía ayudarnos. Todo era rojo y dorado. Muy putero. Acabamos con los clones y nos enfrentamos a Mr. X.

– ¿Cómo era?

– ¿Cómo era? No me puedo creer que puedas estar fascinado por ese hijo de la gran puta. Pues era normal. Quiero decir, parecía normal, humano.

– ¿Humano?

– Humano, sí, ya hablaremos de eso. Traje verde, corbata. Y una metralleta. Nos ofreció unirnos a él. ¿Qué te parece? Unirnos a él tras cargarnos a toda su gente. A saber qué trampa tendría pensada si hubiéramos dicho que sí. Le vencimos. Le matamos. Yo mismo sentí su cara romperse bajo mis puños. Lo convertimos en carne picada. Cabrón.

Streets of rage

– ¿Y después?

– Nuestro amigo el SWAT se fue. Tenía que preparar los informes. Nosotros nos quedamos bebiendo. Recuerdo que al andar por el pasillo de su fortaleza el amanecer iba saliendo. Lo veíamos por las ventanas. Terminamos de ver el amanecer, fuera del edificio, los tres juntos. Y nos quedamos en silencio hasta la noche. Nos quedamos pensando en si alguien sabría alguna vez valorar lo que habíamos hecho por su inmunda vida. Seguro que no. Pero eso dejó de importarnos nada más empezar.

Conclusión

– ¿Os fuisteis a casa?

– Sí.

– ¿Y? ¿Por qué volvisteis un año después?

Adam carraspeó, la garganta seca tras el largo monólogo. Tras unos segundos de pausa, Adam habló, sonriendo.

– La segunda parte requiere que mañana vengas con una hamburguesa de buey doble del P. J. Clarke´s, patatas fritas, dos Coca Colas y una botella de Jack Daniels. Y tráeme tabaco, cabronazo.

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Guillermo G.M.

Fundador de Deus Ex Machina. Ha escrito en Desarrolloweb.com, Sphera Sports, Mondo Píxel, OchoQuince Magazine, Jot Down, Fuera de Series, El Butano Popular o Indieorama. Ha dado ponencias centradas en la historia del desarrollo independiente y en el indie fomenta la conciencia social.

  1. anchuela

    Lo resumiré: Es el análisis mas original que he leído en mi vida. No hace falta decir más.

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  2. AruTarKai

    Jugué a Streets of Rage con 6 años, tengo 25 y aún le doy de vez en cuando con la Megadrive. Después de leer esta maravilla creo que voy a echarme otra partida.

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  3. Roberto Pastor

    Es el mejor texto sobre Streets of Rage que he leído jamás. Insuperable. Deseando estoy de leer las siguientes partes.

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  4. Narfm

    BRAVOBRAVOBRAVOBRAVOBRAVOBRAVOBRAVOBRAVO

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  5. Cloudy

    Genial Mith :O

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