Pinball Party

Fotografía de Marçal Mora.
Edición fotográfica de Ricardo Lázaro.

Alicante es, sin duda, tierra pinballera. Todos los meses de noviembre la ciudad de Villena se convierte en lugar de visita obligatoria para los fanáticos del pinball de nuestro país ya que organiza, como viene ocurriendo desde hace años, una de las pruebas puntuables del campeonato de España de este juego. Pero no será aquí dónde paremos hoy, sino en otra ciudad de la provincia, a escasos 17 kilómetros de Villena: Biar. Allí nos espera Durans, de nombre Juan Carlos, restaurador y coleccionista de pinballs que en colaboración con el ayuntamiento acaba de poner a disposición del público su colección personal durante el fin de semana para promocionar este juego y, ya de paso, poder jugar unas partidas con todo el que quiera acercarse por la localidad. Son las 09:00 de la mañana del domingo, y hemos quedado con él en una cafetería próxima a la Casa de la Cultura de Biar, lugar en el que los veinte pinballs de su colección que ha elegido para tan magno evento aún descansan, después de la competición que finalizó ayer, hace sólo unas pocas horas.

«Todas los pinballs electromecánicos de la exposición son de mi colección personal», nos confirma mientras pedimos unos cafés. «Del resto, los DMD, hay seis que son míos y el resto son de otro compañero, Álvaro, que nos los ha prestado». Conscientes de nuestro desconocimiento en la materia preferimos preguntar antes de nada qué diferencias hay entre estos dos tipos de pinball que él distingue. Nos lo explica con sencillez para introducirnos sin demasiadas asperezas: «Las máquinas clásicas, electromecánicas o alfanuméricas son los pinballs de los años 80, para entendernos. Las otras, las DMD, son los pinballs más modernos. Se reconocen fácilmente porque son las que llevan un display en el frontal, una pantalla electrónica donde se muestran puntuaciones, gráficos, información de la partida…»

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La noche anterior los vecinos de la localidad pudieron disfrutar de un torneo de exhibición que se disputó en las mesas de pinballs que Juan Carlos dispuso para ello. ¿Cómo es una competición de este juego? Le abordamos con distintas preguntas para saber algo más acerca de estos torneos. Descubrimos que hay distintos modos de juego, varias modalidades de competición. «El más habitual es el K.O. directo, en el que los jugadores se organizan por grupos, normalmente de doce, y todos juegan contra todos», señala. Cada partida ganada otorga un punto al jugador vencedor del duelo. Los mejores de cada grupo se clasifican para disputar un playoff final, que ganará el que más partidas haya conquistado. «Esta es la modalidad de juego que nosotros, la organización, decidimos poner en práctica ayer, pero hay otras un poco más complicadas», nos advierte. «En muchos torneos se organizan cruces directos al mejor de tres partidas. Cada jugador elige el tablero que prefiere. El cruce lo gana el que consiga ganar dos partidas. Eso te obliga a intentar conocer todos los pinballs que puedas, aunque una cosa es conocerlos y otra cosa es que la bola luego vaya donde tú quieres, pero siempre tendrás más posibilidades de ganar si sabes qué rampa te da el jackpot o la multibola, porque al menos intentarás tirar a esa rampa. Luego le darás o no, seguramente no… », dice sonriendo. «Hay otro formato que recuerda al golf, en el que la organización elige cuántos puntos hay que hacer en cada máquina y los jugadores tienen toda la tarde para jugar una partida en cada una de ellas con el objetivo de conseguir esa puntuación. Lo que se anota es con cuantas bolas has llegado a ese límite, si lo has hecho con una, dos o tres bolas. Así se reparten los puntos». Rápidamente comprendemos que en este formato los jugadores deben tener muy en cuenta la estrategia que quieren seguir para jugar. Juan Carlos nos lo confirma: «Los participantes no juegan a las mismas máquinas, por eso la estrategia es fundamental en esta modalidad. Hay gente que intenta jugar en máquinas en las que no haya jugado nadie, comprobar bien en qué pinballs está difícil entrar en los puntos… Si a un pinball ya ha jugado mucha gente durante la jornada es mucho más difícil tener buen resultado que en otro en el que no haya jugado nadie. Los jugadores se lo piensan mucho antes de iniciar una partida, es increíble ver la de vueltas que le dan al asunto».

Todas estas variaciones deben ser comunicadas de manera previa a los jugadores, ya que de ellas depende que el torneo se desarrolle de una manera u otra. Sin embargo esto no influye en la duración de las partidas, algo que también hay que tener en cuenta. «Las partidas de torneo no tienen una duración determinada. Hay partidas que duran horas y otras que duran minutos. Depende mucho de la máquina en la que se esté jugando y también del nivel de la gente que participa. Por norma general las partidas más cortas se producen en las máquinas clásicas, en las electromecánicas, y las más largas en los pinballs más modernos. En los electromecánicos las partidas suelen ser más difíciles y duran mucho menos. En los modernos se juega con más tensión porque la jugada va más rápida y tienes que poner en práctica tu técnica», nos explica.

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Otra de las cuestiones a tener en cuenta, sobre todo si eres el organizador, es tener un buen sistema informático para controlar al milímetro las puntuaciones, victorias y resultados de los participantes. En los torneos con pocos participantes un simple papel y un bolígrafo puede bastar, pero la cosa cambia cuando los torneos son de máxima afluencia. «En los grandes torneos, en los que participan muchas personas, hay que usar un ordenador para anotar las puntuaciones, no hay más remedio. Se usa un software específico para estas competiciones, que se asemeja mucho al Excel». Todos los organizadores de torneos conocen bien estas herramientas, no les queda más remedio.

La tradición pinballera en España está bastante extendida, según nos comenta Juan Carlos. Nos cuenta que existen varios torneos en distintas zonas del país y que su capacidad de convocatoria es muy alta. Pero, ¿cómo y cuándo empezó todo esto? «El primer torneo de pinball fue el Tep, que se celebró por primera vez en Ávila en 2001. En 2002 cambió a la ciudad riojana de Arnedo, celebrándose todos los años puntualmente desde entonces. Se trasladó a esa zona porque allí vive un gran coleccionista que se animó a organizarlo, cedió sus mesas para que la gente jugara con ellas. Aquello salió muy bien y a partir de ese momento se creó una asociación de coleccionistas de pinballs que buscaba potenciar la afición y la competición».  Internet  fue la herramienta perfecta para que los fans de los pinballs se organizaran de cara a continuar con estos eventos, y a partir de esa fecha clave otros se animaron a organizar torneos similares en otras regiones de España. Queremos saber cuántos torneos se celebran anualmente en el país, y Juan Carlos, como no podía ser de otra manera, los enumera rápidamente sin apenas detenerse a pensarlo: «Gijón, Silla, Madrid, Villena y Arnedo. Estos son los que llamamos torneos puntuables, porque los puntos que ganas valen para el ranking mundial de pinball». Sorprendidos por esta nueva información que conocemos, Juan Carlos nos comenta qué implica que el torneo otorgue puntos a los participantes. «Si el torneo es puntuable para el ranking mundial eso hace que no sólo lo juegue gente de España, sino que venga gente de otros países a disputarlo. Si el torneo no es puntuable normalmente lo juegan españoles, como por ejemplo el TAPA, el torneo de amigos del pinball de Andalucía, que no será puntuable pero te hinchas a comer jamón… » dice entre risas. ¿Influye en el desarrollo del torneo que el torneo sea puntuable? Juan Carlos lo tiene claro: sí. «Los puntos conllevan competición, y la gente se pica. Se nota mucho cuando el torneo da puntos para el ranking mundial o no, la gente se lo toma más en serio o vienen más relajados. Hay jugadores muy profesionales que van a intentar ganar el mayor número de puntos posible para jugar las finales, y eso también hay que respetarlo. También hay gente que compite pero que le da igual el ranking mundial, como me pasa a mí, que soy el cuarenta de España… », confiesa. Su respuesta nos hace ver algo obvio: hay verdaderos profesionales del pinball, gente que entrena cual deportista para alcanzar los mejores resultados en las competiciones en las que participa. «Esto se entrena, eso está claro», nos confirma. «Yo veo videos de gente jugando a través de Internet y acudo a los torneos y exhibiciones que puedo porque se aprende viendo jugar a otros. Viendo jugar a otros aprendes trucos y mejoras tu técnica: parar la bola en seco, apuntar, dejar que rebote en el fondo para que salga otra vez arriba…» Jugar al pinball a nivel profesional no es sólo intentar que la bola no se cuele, hay que dominar el tablero, según indica Juan Carlos: «La gente entrena muchas facetas del juego, como por ejemplo las faltas. Hay gente que graba con una cámara el péndulo del pinball para saber cómo responde la máquina, para ver hasta dónde puede golpear el pinball sin que le pite falta. Los grandes jugadores controlan eso y muchas más cosas», nos dice divirtiéndose al descubrir nuestra cara de asombro.

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Está claro que la competición nacional acaba coronando a un campeón del país, pero ¿qué pasa a partir de ese momento? Juan Carlos nos informa sobre las competiciones internacionales de pinball. «Los mejores equipos de cada país van a las finales, bien europeas o mundiales de cada año. La final del europeo la juega un equipo de cuatro personas, los mejores del ranking de España, aunque a veces han ido ocho participantes, dos equipos de cuatro. A las finales mundiales van sólo dos participantes de cada país». La siguiente pregunta es obvia: ¿Tiene España palmarés en esta competición? Nos alegramos al saber que tenemos un bronce, además de este año. «Julio, el número 1 de España, quedó tercero en el mundial de Suecia de este año. Perdió en semifinales con el campeón de Italia», nos confirma.

Su respuesta nos hace pensar en otros países, en la cultura pinballera internacional. Como no podía ser de otra forma, comprobamos que cada país es un mundo. «El país en el que hay más cultura de pinballs es EE.UU., porque siempre ha existido, es el único país en el que nunca se han ido. Países como Alemania o Francia también tienen una afición muy marcada por los pinballs. Cuando vas a estos países paras en cualquier bar de carretera o zona de descanso y es muy habitual encontrarte un pinball para jugar una partida», comenta mientras apuramos nuestros cafés. ¿Y España? En opinión de Juan Carlos, el pinball está de vuelta. «Vuelve a haber operadores que han vuelto a comprar pinballs y empiezan a instalarlos en bares o cafeterías, donde estaban antiguamente, y donde hace muchos años que no los vemos.»

Un sonido que nos resulta familiar sale del teléfono móvil de Juan Carlos. Es el clásico ruido de una bola de pinball rebotando en el tablero. Quien llama es Josep, concejal del ayuntamiento de Biar, para abrir de nuevo la Casa de la Cultura, lugar en el que están sus máquinas. Nos levantamos y nos dirigimos al edificio, para ya por fin admirar parte de la colección de pinballs que atesora Juan Carlos. La jornada de hoy es de puertas abiertas, y según se anuncia en los carteles que adornan las calles de la localidad cualquier vecino de la zona puede acercarse a jugar unas partidas totalmente gratis. Es la única manera de fomentar la afición por este juego, y es jugando y disfrutando. Josep y Juan Carlos nos invitan a pasar a la sala en las que las máquinas están expuestas, un auditorio con escenario en el que se han desmontado las bancadas para albergar los veinte tableros que reposan en silencio. A la izquierda, una hilera de pinballs electromecánicos, los antiguos. A la derecha otros tantos DMD, modernos. Reconocemos algunos de ellos y comentamos entre nosotros donde solíamos jugar o en qué locales de nuestros barrios o pueblos estaban instalados: Monster Bash en la hamburguesería, The Addams family en el pub de la esquina, Party Zone en los recreativos de abajo… todos lucen majestuosos, alineados al milímetro, limpios y brillantes como recién salidos de fábrica. Ninguno de nosotros ha visto nunca tantos pinballs juntos.

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Juan Carlos se dirige a la zona del fondo, lugar en que ha colocado su última adquisición, un pinball dedicado a The Walking Dead. Lo conecta a la corriente y de repente el silencio de la sala se llena con la música de la serie, la de su intro, reconocible al momento. El sonido está tan alto que tiene que abrir la tapa frontal y bajar el volumen al instante. «Es que ayer, con todos los pinballs funcionando a la vez apenas se oía nada», se excusa. Preguntamos por el record de la competición de ayer en esta mesa en concreto. «Quedó en unos 150 millones de puntos», recuerda. Que el pinball esté dedicado a una serie actual es algo que deja a las claras que existe mercado. Juan Carlos nos explica que sí, que se siguen fabricando nuevas mesas. «Los últimos que se han fabricado son los de la película de Star Trek, el del grupo AC/DC y este», enumera. «El fabricante más importante en la actualidad es la empresa norteamericana Stern. Estos tres en concreto son suyos, los más recientes», nos dice señalando con el dedo las dos mesas de al lado, que resultan ser esos dos mismos pinballs de los que nos habla. «El último que han anunciado es el de Juego de Tronos, que ya trae de cabeza a todos los coleccionistas, lo quiere todo el mundo», nos advierte. Son varios los pinballs que se lanzan al año.

«Juguemos», nos dice con decisión. Dispone una partida al pinball de The Walking Dead para cuatro jugadores. Quiere jugar con nosotros, ver qué tal se nos da esto. Sus golpes a los botones que accionan los bateadores de la mesa son secos, y su sonido resuena por toda la sala. Su técnica se ve reflejada en los movimientos que le provoca a la máquina, la cual arrastra literalmente por el suelo, intentando cambiar la trayectoria de la bola cuando no le es conveniente para el golpeo. La máquina no le pita falta, ese odiado tilt que todos hemos sufrido alguna que otra vez. Después de un buen rato jugando, mucho más del que hemos invertido nosotros con nuestras respectivas bolas, abre la tapa de la máquina para enseñarnos el péndulo, una pieza metálica escondida en un lateral del interior de la mesa. «Este es el sistema que hace que el pinball pite falta al moverlo. Si conoces su sensibilidad sabes con qué violencia puedes mover la mesa sin que te pite esa falta», nos explica. Ahora sabemos que conoce los límites del péndulo de ese pinball a la perfección. Acabada la partida le pedimos que nos enseñe el resto de tableros que están expuestos en la sala. Algunos de ellos llevan chapas numeradas que indican que se trata de una edición limitada, con su número de serie grabado en ella. «Estos pinballs no se tocan», nos dice señalando una de ellas. Como no entendemos bien qué quiere decirnos, nos animamos a preguntarle a qué se refiere exactamente. Juan Carlos nos explica con mucho detalle los distintos tipos de pinball que se comercializan en la actualidad: «Existen distintas versiones de un mismo pinball. Tenemos las versiones pro, las que llamamos peladas y que están pensadas para operadores y modders. Por otro lado están las versiones premium de cada pinball, que aportan diversas mejoras respecto a las versiones pro». Para ilustrar esta diferencia nos lleva delante de la máquina de Metallica. «¿Veis este martillo? Cuando la bola queda atrapada en el imán que hay abajo el martillo la golpea y se almacena debajo del tablero. En la versión normal esto no ocurre», nos dice poniendo el dedo sobre el cristal. Estas diferencias no sólo afectan al diseño del pinball, sino también a su precio. «Las versiones Premium se revalorizan rápidamente. Las tiradas son limitadas y si no has podido comprarlo cuando salió te toca buscarlo en el mercado de segunda mano. Hay pinballs que se compraban directamente al fabricante por 8.000 euros  y a los pocos días ya costaban 10.000, y eso que estaban recién lanzados al mercado», nos explica. «No se suelen hacer reediciones de mesas de pinball, o lo compras cuando lo lanzan o te quedas sin él», concluye. Nos confirma que las versiones pro, las más baratas, alcanzan los 5.000 euros, cifra también considerable para cualquiera que no sea coleccionista como él.

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Ha salido a la palestra la palabra modder, algo que nos interesa, ya que existe una comunidad de fans del pinball cuyo interés reside en mejorar los tableros, sus acabados y su iluminación. «Sí, hay una muy buena comunidad de modders de pinball en España, pero sólo trabajan con versiones pro. Si modificas un pinball Premium estás quitándole valor. Las versiones pro se suelen usar para hacer modificaciones del propio pinball, para que los restauradores intenten mejorar lo que ya trae de serie». De nuevo prefiere usar un ejemplo para ilustrar lo que nos comenta, y para ello nos lleva delante del pinball de Star Trek. «Un coleccionista hizo una actualización de este pinball, para meterle la música original de la película, que el original no llevaba. Era lo que le faltaba al pinball, así que se puso manos a la obra y lo mejoró una barbaridad», comenta. También nos enseña alguna de las modificaciones que le ha practicado al pinball Monster Bash, cambios que ha hecho él mismo. «Le he cambiado las bombillas, he metido luces LED y le he cambiado los laterales para que sean de espejo», dice sin esconder cierto orgullo.

Juan Carlos nos habla también de las actualizaciones de pinballs, un proceso similar al que los videojuegos consiguen con cada parche descargable. «Cuando se lanza un nuevo pinball al mercado  suele salir con una actualización normalita, y conforme el fabricante va trabajando el software envía una actualización a los compradores. En casi todos los casos el pinball mejora una barbaridad. Esto se hace vía USB, el fabricante está en permanente contacto con sus compradores». No es para menos, con lo que cuesta cada una de estas máquinas, le decimos. Sonríe y nos sigue explicando qué mejoras trae este proceso de actualización. «Estas actualizaciones pueden hacer que un pinball que no te interesaba de inicio por su música o su iluminación cambie para mejor y en ese momento sí que empiece a interesarte y ya no puedas comprarlo directamente al fabricante», afirma. Con todo esto parece que los pinballs son un buen entorno para la inversión, ya que no da la sensación de que se deprecien en algún momento, más bien lo contrario. Según Juan Carlos, de momento, esto no ha pasado. «Podría pasar, pero sería muy raro que un pinball perdiera valor, sobre todo cuando hablamos de los nuevos. Si te dan una licencia de una película o serie y haces una cagada de pinball olvídate, no vas a vender ni uno. Esto no va de meter una foto de la película en el tablero y ya está. Diseñar un buen pinball es complicado, y además tiene que gustar a la gente. Por eso los fabricantes se molestan en tantear a sus futuros compradores, recoger sus impresiones, ver qué les parece la nueva máquina. Si tienen que corregir, corrigen, no se la juegan. Así que por eso es difícil que un pinball se deprecie», concreta.

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Cambiamos de hilera y nos enfrentamos a los pinballs electromecánicos de la sala. Juan Carlos nos tiene preparada una sorpresa desagradable: Dragoon. Nos invita a jugar una partida, pero esta vez él no quiere participar. Comprendemos rápidamente por qué quería enfrentarnos a esta mesa: nuestra partida no dura apenas un minuto. «Es un pinball muy cabrón, ¿eh?», dice entre risas. Lo es, ya que la separación entre los bateadores es tremenda, están demasiado separados. Nos quejamos de ello con sorpresa, y él, a cambio, nos relata una anécdota de un torneo reciente. «En el torneo europeo de pinball que se hizo en Madrid, en Matadero, los extranjeros que vinieron a competir y que habían jugado a este pinball salían de la sala con cara de asustados y haciendo un gesto con los dedos índices, hacia arriba y separados, para remarcar el gran hueco que hay entre los bateadores de ese pinball», recuerda con sorna.  Dragoon es un pinball español, como bien indica la tarjeta que adorna el juego en su frontal, la cual reza «Una partida: cinco pesetas». También señala que cada partida tiene cinco bolas, pero yo, que sólo he jugado tres, pregunto a Juan Carlos por ello. Su respuesta es muy clara: «Es que en la bola tres la máquina te ha pitado falta», me dice con mucha seguridad, algo de lo que yo desconfío, ya que según creo apenas he tocado la máquina. «Léete lo que pone aquí: la falta penaliza la partida», me dice señalando otra tarjeta que adorna la mesa. «Si haces falta no pierdes la bola, pierdes la partida entera», me explica. Pues sí va a resultar que es cabrón este pinball.

Le preguntamos por los pinballs españoles, mientras seguimos jugando a este Dragoon. «En España se fabricaban muchos pinballs en el pasado. Hay máquinas españolas que están muy cotizadas. Los extranjeros ven fotos de pinballs españoles y flipan, literalmente». Y es que España tuvo muchos fabricantes de pinballs, como Recreativos Franco, Playmatic, Maresa, Talleres Llobregat… llegando a ser, según Juan Carlos, la segunda potencia mundial en fabricación de este tipo de máquinas. «Esto fue posible porque el tío Paco (por Franco) no dejaba que entrara en España un pinball extranjero. Todos se tenían que fabricar aquí. Estas empresas hacían sus propios modelos pero también copiaban los pinballs americanos, así que hay casos en los que existe una versión original del pinball y luego otra, la españolizada», nos cuenta mientras nos enseña algunos ejemplos dentro de su colección. Nos llama la atención la decoración de esos pinballs, con temáticas y diseños que rozan lo erótico en muchos casos. «Todo el mundo sabe que los pinballs españoles son de enseñar teta», nos dice como conclusión, provocando una carcajada general. «A la gente le gustan mucho los pinballs de nuestro país, tienen mucho éxito fuera. Hay pinballs españoles repartidos por medio mundo. Sin ir más lejos yo compré uno en Holanda, uno que no fui capaz de encontrar aquí, así que con eso te digo todo… », nos comenta mientras nos invita a seguirle a una nueva mesa. Jugamos una nueva partida, esta vez a King of Diamonds, un pinball de Gottlieb que copió la empresa española Petacos. ¿Se conoce a los pinballs como Petacos por este motivo? La relación es clara, pero la respuesta es menos obvia de lo que podría parecer. «La gente los llamaba familiarmente Petacos porque los pinballs de esta casa llevaban el nombre de la empresa en el bateador, en el flipper. También eran conocidos como máquinas del millón porque muchos de ellos daban partida extra al llegar a esa puntuación», nos explica. La partida se desarrolla con normalidad, con nosotros jugando como bien podemos para evitar que la bola se cuele rápidamente y con Juan Carlos demostrando su técnica en el manejo de la bola de nuevo. No se desconcentra al relatarnos que tiene planeado hacer alguna modificación en esta mesa. «Estoy haciendo una prueba de luces, he pensado en cambiar las originales por otras con colores fríos a ver qué iluminación queda mejor», nos dice sin que por ello su jugada acabe. Uno de nosotros decide jugar accionando los dos flippers a la vez como mejor estrategia para que la bola no se cuele, algo que provoca la sonrisa escondida de Juan Carlos. Se nota demasiado que somos principiantes.

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Es la hora de abrir el local al público. Josep abre las puertas del centro para que la gente que hace cola fuera empiece a entrar en la sala y pueda jugar con las máquinas. Las partidas son gratuitas, aunque no todos los pinballs están disponibles. Juan Carlos nos explica por qué: «Una cosa es la competición y otra la exhibición. Aquí tengo máquinas más delicadas que otras, que con un mal uso podrían averiarse, algo que como imaginareis no me interesa. Si alguien me pide expresamente que encienda una que esté apagada lo haré, pero mientras tanto prefiero dirigir a la gente a jugar a los pinballs que pueden llevar mejor trote, para no tener que lamentarnos después… », dice con seguridad. Esta decisión se traduce en que muchos pinballs electromecánicos permanecen apagados por el momento, cuando los modernos están todos a pleno rendimiento. La sala se llena rápidamente, tanto de personas como de ruido de bolas de metal rebotando. Juan Carlos no puede esconder su orgullo al ver a tanta gente, muchos de ellos totales desconocidos, jugando con su colección.

No queremos dejar de preguntarle por eso mismo, por su colección. Cómo se almacena un pinball es nuestra primera duda, ya que no son precisamente pequeños. Juan Carlos nos explica que «aunque son grandes y aparatosos lo bueno que tienen es que se pueden desmontar. Se le pueden quitar las patas y el frontal, y así se puede manejar y almacenar mejor, aunque la parte del tablero pesa una barbaridad», comenta resoplando. Viendo todas las mesas que hoy aquí expone, nuestra siguiente duda se centra en la propia logística del pinball, en cómo mover cada una de estas pesadas máquinas. Juan Carlos los ha tenido que traer desde su almacén hasta la Casa de la Cultura, un transporte que se ha convertido en una aventura ya de por sí. «Si quieres coleccionar pinballs hay que comprar una carretilla elevadora», nos aconseja.

Sin embargo la principal afición de Juan Carlos no es coleccionarlos, sino restaurarlos. Hablamos de restauraciones que llevan varios meses, algunas incluso superan el año, dependiendo de la reforma que el pinball requiera, algo que para Juan Carlos es un verdadero reto. Los conocimientos técnicos que hay que tener son muchos, y si no los tienes no hay más remedio que pedir ayuda. «Por un lado está la restauración física, en la que necesitas saber tratar madera, metal, vinilos, iluminación… todo lo que necesitas para que el pinball funcione. Luego está la electrónica, que es igual de importante». Aunque hay gente que domina ambas facetas, Juan Carlos sólo es experto en la primera de ellas. «Para la electrónica cuento con un amigo, Orlando, de STRPINBALL que trabaja profesionalmente reparando pinballs y que es un verdadero genio», nos cuenta. «Si no le conociera no me quedaría más remedio que lanzarme al ruedo y aprender, eso lo tengo claro», dice convencido. El mundo de la restauración de pinballs requiere constante aprendizaje y adaptación, sobre todo si quieres llegar al siguiente nivel, al de la creación de pinballs. Como lo oyen. «Hay gente que se dedica ya no a restaurar, sino a crear pinballs nuevos. No hay mucha gente que tenga la capacidad para hacerlo, pero yo conozco a una persona. Su mujer le dijo que para qué iba a comprar un pinball para restaurar con lo caros que eran, que era mejor que fabricara él uno desde cero. Le hizo caso y ha fabricado un pinball del Capitán Nemo, ha tenido encargos de todo el mundo para comprarle ese modelo», nos explica mientras nos miramos asombrados.

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La historia de Juan Carlos y su afición por los pinballs es bastante curiosa, ya que se inició en esta materia como forma de evasión ante los problemas del día a día. «Yo tengo una empresa de fontanería y en 2008 tuve un problema económico por el que perdí mucho dinero. El trabajo me agobiaba mucho y como no era capaz de desconectar, de sacarme los problemas de la cabeza, decidí buscarme un hobby. Tenía que desconectar de todo aquello así que pensé en comprar una máquina arcade, un videojuego. Compré uno en un estado mejorable y me decidí a restaurarlo en mi taller. La terapia funcionó porque durante el tiempo que trabajé en esa restauración no me acordé para nada de mis problemas. Aquello me encantó, pero al acabarlo me di cuenta de que el trabajo había sido algo sencillo. Un amigo me dijo entonces que por qué no restauraba un pinball, algo que parecía un reto mayor. Y así lo hice. Compré un Theatre of Magic que tuve que ir a buscar a Reus con la ilusión de desmontarlo, limpiarlo, restaurarlo… seguir con mi terapia particular». La restauración es algo que Juan Carlos ha convertido en actividad pseudoprofesional, ya que acepta encargos de terceros, siempre amigos y conocidos. «Ahora estoy restaurando un pinball para La Potente, un bar de La Latina en Madrid cuyo dueño es un gran pinballero. Es el número 2 de España, con eso te digo todo», nos explica. «Me lo mandan, lo restauro y lo envío de nuevo. Pero tengo muy claro que la restauración no es mi oficio. Mi trabajo es la fontanería, lo otro es un hobby, me gusta tenerlo muy claro».

Aunque jugaba alguna partida de vez en cuando, Juan Carlos era mucho más aficionado a los videojuegos que a las máquinas de millón cuando era más joven. «Yo era más de videojuegos, la verdad. Iba a los recreativos a jugar Choptlifter, a Hyper Olympic, a los juegos de la época. Alguna vez jugaba a los pinballs, pero no eran mi principal afición en aquel entonces. Ahora sí, ahora son mi pasión», nos explica. «Los americanos dicen “the ball is wild”, la bola es salvaje. Por eso un pinball es mucho más divertido que un videojuego, porque en el segundo puedes memorizar las rutinas, lo que va a pasar, dónde salen el enemigos, dónde ponerte para matarlos… En un pinball cada partida es distinta, también porque el factor suerte es muy importante», resume.

Con el paso del tiempo su colección se ha ido ampliando hasta llegar a los veinte tableros que posee en la actualidad. «La cifra va cambiando según el momento. Hay épocas donde los vendes para comprar otros que no has tenido o restaurado, luego lo vuelves a comprar… Mi record está en treinta pinballs», recuerda. Una cifra nada desdeñable le comentamos. Imaginamos que para un restaurador como él debe ser difícil deshacerse de una máquina que ha sido restaurada con sus propias manos. En su cara podemos ver que no nos equivocamos. «Es muy difícil vender un pinball, muy duro. No se trata sólo de haberlo comprado, sino de haber trabajado con él. Cuando he vendido alguno de ellos he estado noches sin dormir, pensando en cómo iba a venderlo, si lo había dejado de puta madre después de la restauración… », dice con tristeza, seguro que recordando alguna pieza que salió en algún momento rumbo a otra colección. «Hay que hacerlo para poder comprar otros y seguir trabajando porque son máquinas caras», concluye en un ejercicio de claro autoconvencimiento.

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Sabiendo que son máquinas caras, difíciles de reparar si se rompen, difíciles de transportar, ¿qué lleva a un coleccionista a montar un tinglado como el que Juan Carlos ha montado este fin de semana en Biar? Su respuesta es meridiana: «Es la mejor forma de disfrutar de esta afición. Está muy bien tener nosecuantos pinballs en tu casa pero lo que de verdad mola es poder exhibirlos, que la gente pueda verlos y jugar con ellos», nos dice muy seguro de ello. Su experiencia en este tipo de eventos es amplia, ya que empezó a organizar torneos y exhibiciones en 2010. «Son la excusa perfecta para reunir a los amigos y conocer otras personas fanáticas de los pinballs con las que tratas en muchas ocasiones a través de Internet. Aquí todos podemos conocernos, charlar, cacharrear… es el hábitat en el que los pinballeros mejor nos movemos». De eso no nos cabe duda ninguna, aunque tenemos una nueva pregunta para él, algo que creemos se puede extrapolar de la actual tendencia en lo que a videojuegos se refiere: el juego online. «Se está intentando hacer algo para que se puedan jugar partidas por Internet pero de momento no hay nada definido. Parece que lo lógico será que en el futuro se pueda hacer, pero aunque se consiga no llegará a sustituir las partidas presenciales, de eso podéis estar seguros».

Le pedimos, en un ejercicio cruel, que nos diga qué pinball de los que posee es su favorito, a ver si es capaz de decirnos sólo uno. Nos sorprende con una respuesta certera: «Monster Bash. Es mi favorito, es el que tengo habitualmente en mi taller de fontanería», dice con seguridad. Aunque a veces los cambia, Monster Bash es el que más tiempo ha pasado con él cuando tiene que dedicarse al trabajo. Queremos saber si existe alguna máquina especial, por cara o rara, y parece que lo tiene claro: «Diría que Medieval Madness. Es un pinball muy famoso y es bastante caro. Yo tuve dos», nos dice levantando dos dedos.

Sin una mesa de pinball vacía con la que jugar, muestra del éxito de la iniciativa de Juan Carlos, nos despedimos de él dándole las gracias por sus magistrales lecciones de juego. Le espera otra larga jornada en la Casa de la Cultura, y lo que es peor, unos cuantos viajes desde aquí a su nave para desmontar esta bellísima exposición. Juan Carlos lo hace encantado, con la vista puesta en el siguiente objetivo. «Me encantaría poder formar un club de pinball aquí en Biar, buscar un local grande y que la gente pudiera venir de vez en cuando a jugar y compartir», dice con ilusión. «Si alguna vez somos capaces de hacer que este torneo de Biar que hemos inaugurado este fin de semana sea puntuable para el campeonato de España creo que podremos morirnos tranquilos e ir al cielo de los pinballs contentos», dice entre risas. Nos vamos deseando que la próxima vez que nos veamos sea para la inauguración del sexto torneo de España de pinball, el de Biar.

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Ricardo Suárez

Psicólogo especializado en tecnología y seguridad que se gana la vida hablando sin parar. Aficionado a los videojuegos y a cualquier cosa que implique pura y sencilla competición. Colaborador ocasional en Spherasports.com y Jot Down Spain. Siempre lleva traje.

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