Sexismo

La semana pasada once chicas publicaron una revista digital con tono satírico, a la vez mostrando sus gustos e intereses, a la vez burlándose de la imagen extendida de una ‘chica gamer’ lamiendo un mando. La revista recibió difusión en distintos medios, y en algunos de ellos se repitieron los mismos comentarios que fomentaron, precisamente, la creación de la revista: «A fregar».

Dado que el tema del feminismo en los videojuegos andaba rumiándose en esta casa desde hace tiempo, contacté con Carmen y Fu, colaboradoras de la web, la primera antigua colaboradora de ‘Norma Jean Magazine‘, la segunda una de las once chicas participantes en la revista. No quería que este medio quedara sin publicar algo al respecto, y tanto Carmen como Fu mostraron entusiasmo. Carmen añadiría: «Creo que sacar varias voces, y no sólo femeninas, sería buena idea».

Preguntando por ahí me alegré de encontrarlas.

Carmen Suárez

Hablar de sexismo en la cultura es como hablar de colores. Todo el mundo tiene una opinión y pocas veces coincide con la tuya. Hablar de sexismo en la cultura de los videojuegos es tocar un tema muy sensible.

Porque una cosa es el sexismo dentro del propio videojuego, que no es culpa del público sino de los creadores, y otra es hablar del sexismo fuera de él. Quien hace un juego con contenido sexista es responsable de perpetuar un modelo de opresión. Pero las últimas semanas parece que han puesto de manifiesto que también hay sectores del público que creen que las mujeres estamos de más en los videojuegos. Como internet es un amplificador, la actitud pronto se torna acoso. Hasta el punto de que algunas mujeres tienen que dejar sus puestos de trabajo o salir de sus casas, como si fuera una caza de brujas.

Por suerte, de vez en cuando se demuestra que hay personas con dos dedos de frente, personas con sentido del humor y personas que no pierden las ganas de seguir contribuyendo a que nos tratemos como seres humanos.

«True Gamer Girls» es una revista que me ha sacado más de una sonrisa cuando lo único que hacía era tirarme de los pelos. Nos podrá gustar más o menos el término gamer para definir a quienes jugamos con asiduidad, pero lo importante es quedarnos con la sátira hacia el estereotipo de jugadora y también, en mi opinión, con la normalización. A veces nos olvidamos de que quien está al otro lado del mando o de la pantalla es un ser humano, que seguramente tiene dolores en la espalda por la mala postura en la que se sienta, que ha desarrollado un equilibrio perfecto en su estómago para que ese bol de palomitas no se le caiga y esté deseando desarrollar una lengua de sapo para comer sin tener que separar las manos del mando. Y sí, a veces somos mujeres. De carne, hueso y pijama en su mayoría.

La revista es un paso más hacia la normalización, un recordatorio de que queda mucho camino por recorrer a la hora de tratarnos como personas. Las reacciones contra la revista podrán haber sido las esperadas, pero eso es lo realmente terrible, que todos sabemos que cualquier cosa que incluya un intento de hacer más visible a la mujer o de defenderla provocará una oleada de críticas. Lo más triste de esto es que no se va a solucionar dentro de los videojuegos, tiene unas raíces muy profundas englobada en varios sectores y además tiene sus beneficios económicos, por lo que a muchos no les interesa cambiar las cosas.

Sin embargo, esto no es motivo para dejar de intentarlo, para seguir luchando por la igualdad dentro de lo que podamos. Porque ningún tipo de cultura debería excluir a nadie.

David Bonilla

Nos piden que escribamos un texto para apoyar la iniciativa True Gamer Girls, criticada de forma ruin, anónima y cobarde por una parte del mundillo de los videojuegos. No lo haremos.

No porque no creamos en la misma y en los valores que defiende, sino porque eso sería lo mismo que luchar contra la violencia de género consolando a las víctimas, pero sin señalar a los agresores. Una solución fácil y cortoplacista que no servirá para atajar el problema de raíz.

El mayor problema del mundillo de los videojuegos no es el sexismo, sino la cultura de la crítica gratuita, vacía y cobarde a cualquier iniciativa que se ha instaurado en el mismo.

Pero el problema no es que cualquier descerebrado escriba barbaridades y otros les escuchen, sino que los mismos profesionales siguen teniendo usos y costumbres del mundillo aficionado del que muchos provienen. Por ejemplo, seguir haciendo de caja de resonancia de iluminados y trolls.

Cuando la web de Polytron fue hackeada, dio vergüenza ajena ver como algunos periodistas daban crédito a los rumores que sugerían que era el propio Phil Fish quien estaba detrás del ataque. Pero nadie dijo nada entonces y, por supuesto, nadie les ha pedido que se disculpen o rectifiquen a día de hoy.

Y llegamos al tema del sexismo donde, una vez más, parece que hay demasiada gente haciendo ruido y poca parándose a pensar antes de escribir sobre un tema tan complicado.

¿De verdad hay sexismo en el mundo de los videojuegos? Es probable, pero lo que hemos constatado una vez más con el ataque y critica destructiva a las chicas de True Gamer Girls es que, el mundillo del videojuego español parece sentirse más a gusto laminando cualquier iniciativa en vez de promoviéndolas ¿De verdad nadie va a decir nada? ¿De verdad nadie se va a responsabilizar jamás de lo dicho y escrito?

En un sector donde parece que sólo te haces valer criticando lo que hace el otro, los tiempos en los que «nadie dice nada» y el insulto sale gratis tienen que llegar a su fin. Ojalá los textos de apoyo a True Gamer Girls sean un primer paso para demostrarlo.

Diego Garrote Novo

Son mujeres y juegan a los videojuegos. ¿Dónde está el problema? En que son mujeres y juegan a los videojuegos. ¿Ése es un problema? A raíz de ciertos comentarios que siempre se pueden leer en general y en el caso de «True Gamer Girls» en particular parece que sí, que a algunos les molesta que las chicas tomen los mandos. Confieso que eché un vistazo a la revista sin demasiado interés, pues me da igual cómo juegue la peña en su intimidad, pero se podía adivinar que los comentarios de siempre, pues ni para eso la gente es original, iban a brotar. Y me alegré; me alegré porque las protagonistas gastan un sentido del humor crítico, y me alegré porque parece ser que golpearon a los tíos donde más duele, y todos sabemos que donde más le duele al hombre no es en las pelotas, sino en el orgullo. Aunque sigo sin comprender el motivo de ese golpe al orgullo en este asunto. Supongo que se podría resumir en que la gente es gilipollas.

Bienvenidas las jugadoras, aunque siempre han estado ahí (mi prima me inició en este mundillo hace veinticinco años con la Master System), y esperemos que aparte de jugar también se dediquen a desarrollar juegos, pues cualquier punto de vista diferente siempre es de agradecer.

Eurídice Cabañes

Como jugona desde que tengo memoria, profesional del mundo de los videojuegos y especialmente como investigadora de una de las líneas principales en género y videojuegos no puedo dejar de formar parte de este comunicado. Estamos atendiendo a una ola de machismo generalizada en el mundo del videojuego, no sólo estas chicas han sido atacadas, sino también muchas otras del panorama internacional. Es una buena señal (espero caras de sorpresa pero ahora me explico), cualquier cambio en arquetipos y categorías fuertemente asentadas viene siempre con un movimiento opuesto de resistencia, muchas veces violenta, de quienes son incapaces de pensar sin esas categorías. Estas resistencias muestran que el cambio está muy cerca y aunque puedan llegar a acrecentarse antes estas resistencias cesarán, tanto porque ésta es una tendencia que no pueden frenar, como porque de este lado también sabemos luchar -y cuando digo de este lado no estoy estableciendo una diferencia entre mujeres y hombres en uno y otro bando, sino entre quienes son capaces de asumir una realidad (el universo simbólico de los videojuegos sigue siendo machista, las mujeres juegan y crean videojuegos, hay hombres y mujeres machistas, hay hombres y mujeres que no lo son y tratan de cambiar lo primero) y quienes no.

Queridos y queridas machistas, si quieren pelea ¿por qué no lo resolvemos mejor con una partida al Tekken?

Fernando García Hernández

Lamentable. Esa es la palabra que me viene a la cabeza cuando leí cierto número de críticas sobre la revista «True Game Girls». Un grupo de personas (bastante más alto de lo que me imaginaba) criticó de manera muy dura el estilo de la revista. Parece que muchos de ellos no supieron entender que el estilo era una crítica sana a los estereotipos de la mujer en el sector del videojuego, y atacaron de forma muy poco respetuosa llamándolas «orcos», «lesbianas», «Fake Girls» y un largo etcétera, pero sin olvidarnos de uno de los más penosos, que se agarre a donde pueda el lector: «Terrorismo Vaginal». Me alegro mucho de que las compañeras de «True Game Girls» se hayan tomado bien las criticas y hayan expresado su opinión en diferentes medios en los que colaboran, pero es muy preocupante la actitud de estos individuos que se creen mejores, y es hora de decir basta.

Estas chicas ni tienen por qué ser lesbianas, ni por qué buscar novio, ni pedir a él o algún amigo el mando para hacerse unas fotos y llamar la atención de la gente. Son jugadoras con tantos años o más, como los que las critican, y esto lo sé porque conozco a alguna de ellas. Parece que todavía hay algunos que se empeñan en ver las cosas diferenciadas por sexo, pero las mujeres ya son una parte muy grande dentro del sector del videojuego y la vieja imagen del adolescente en la habitación oscura ha desaparecido. Me encantaría saber el tipo de educación que ha tenido esta gente que acusa de «Terrorismo Vaginal» (este termino pasará a mi historia personal por lo lamentable que es y será utilizado como mofa más de una vez) a «True Games Girls», porque parece que han suspendido en igualdad y respeto.

El mundo es algo difícil de cambiar, y pensaba que ya había casos perdidos (todo el mundo tenemos un abuelo o abuela que tiene sus ideas y con lo mayor que es, es imposible hacerla entender nada) pero lo que no me imaginaba es que dentro de un sector tan joven y nuevo como es el mundo del videojuego hubiera tanto machismo dentro. Por lo que veo, todavía queda mucho por hacer con este «Terrorismo Peneal».

Fran Pinto

«True Gamer Girls» vio la luz el pasado lunes y su impacto mediático en el panorama nacional del videojuego ha sido indiscutible. Se puede estar de acuerdo o no con el mensaje o los matices o el tono satírico, pero lo que no se puede rebatir es lo necesaria y sobre todo lo útil que ha resultado esta acción como estímulo para hacer salir opiniones encontradas, promover el debate y sondear qué tal está el tema, qué piensa la gente, cómo están ustedes. Sabíamos que iba a ser una mirada al abismo y, en efecto, el abismo también nos ha mirado a nosotros. «Terroristas vaginales», «feminazis», «a fregar» y otras lindezas fueron cayendo una a una de forma transversal en la mayoría de medios, una granizada de mierda punzante y trágica que confirmaba cómo el avance del liberalismo económico y el aislacionismo consumista ha calado en la nueva generación. El jugador aplica sus esquemas políticos a los videojuegos porque fuera de ellos, en la calle, ya está todo perdido. Y en ese escenario la ultraderecha está ganando.

La crisis económica, política e institucional es un caldo de cultivo para la extrema derecha, que se mueve como pez en el agua cuando las cosas van mal dadas (con el Santo Grial del populismo, reunir todas las dificultades y proyectarlas en un solo culpable: los SJW, los inmigrantes, los judíos…), y su metástasis envuelve todo tipo de manifestación cultural. Quizá las celebraciones patriotas y la erótica del sentido filofascista de la justicia en los videojuegos (el ojo por ojo, el escopetazo como juicio y ejecución simultáneos), fórmulas que han mecido la cuna cultural de muchos jóvenes, también hayan tenido algo que ver en este choque de mentalidades opuestas. Pero el cisma es mucho más profundo, casi ancestral y algunos estudios hablan incluso de pura biología, de diferencias cerebrales: la izquierda contra la derecha, el cambio contra el conservadurismo. Que nadie se engañe: la discusión puede ser nueva, pero el fondo de la cuestión es el de siempre, y la prueba es la alineación de prejuicios, desinformación y ponzoña religiosa que deben estar necesariamente en la cabeza de quien usa “lesbianas” como insulto, o de quien considera el feminismo una amenaza y no un motor necesario de la civilización occidental, como las uniones sindicales, la ecología o la diplomacia.

Se mezclan la inseguridad del que ve allanado su refugio cimentado sobre fantasías adolescentes con la necesidad de buscar una narrativa que les proporcione una injusticia y un culpable. Algo fácil, de asociación rápida, que se transmita en una frase, que funcione. En este caso se habla con suma ligereza de corrupción, de nepotismo y de la destrucción de un periodismo especializado que paradójicamente es justo ahora cuando empezaba a ganarse el nombre de periodismo. Gente que se posiciona con el acosador y se envuelve en la bandera de la transparencia, la ética y la objetividad sin tener ni idea de que el periodismo es en esencia una labor social: la exposición de la verdad pero también de la diversidad, y la responsabilidad de informar para dar al lector más herramientas, más perspectiva y más capacidad de formarse una opinión. De hacer mejores personas, en definitiva, y de mejorar también la sociedad.

Que el periodismo de videojuegos haya despertado a los defectos errores de la industria, y que intente subsanarlos con nuevas propuestas y nuevos debates solo puede traer cosas buenas. Si es cierto que hay corrupción y amiguismo, se debe combatir también, pero no a costa de lapidaciones que nada tienen que ver con la ética ni de ceder en otros frentes. Por traumático que sea para algunos, la historia nos ha enseñado que los avances sociales en cualquier ámbito solo se consiguen empujando contra una mayoría inmovilista, asustada y cínica. Y los videojuegos no son una excepción.

Guillermo G.M.

«A fregar». Contemplo en las miradas digitales de algunas personas el algo habrá hecho de los transeúntes vascos cuando las bombas de ETA salpicaban de sangre la tierra, el appeasement de Chamberlain, el respétate a ti mismo y no pasará nada. Por mucho que la mujer se respete a sí misma sigue recibiendo el piropo más o menos sucio del obrero.

«A fregar» no es lo mismo que «eres un orco». Las noticias no se abren a las tres de la tarde con el titular de que un marido ha matado a su mujer, procedente de Moria, pero sí se abren con una violencia de género que parte de una premisa: el hombre es superior y hay que obedecerlo. «A fregar» no es un insulto más: su uso sostiene toda una parafernalia sexista, una manera de pensar que tolera el menosprecio a la mujer, que legaliza al hombre que se queda viendo el fútbol, cerveza posada en la barriga, mientras la mujer prepara la comida del día siguiente.

La publicación de «True Gamer Girls» hubiera tenido una difusión distinta si estuviera compuesta por una mescolanza de hombres y mujeres, e incluso sólo de hombres. Que sólo haya mujeres alimenta la ferocidad anónima, la superioridad sexual, cavernaria. «A fregar», porque si publicas una revista satírica quieres llamar la atención, quieres aprovecharte de tu sexualidad, quieres ponerme cachondo recordándome que no te tengo, que eres libre, que eres una mujer que sólo quiere pasárselo bien, haciendo lo que te gusta, llenándose la boca de nachos, usando pijamas de osos panda, emborrachándote junto a la consola.

«Usted a fregar» le responde Nelson Muntz, umbral de la pobreza educativa, a Marge Simpson cuando ésta le recrimina su actitud.

Más allá de metáforas burguesas, más allá de acusaciones de terrorismo vaginal que cumplen su propósito convirtiéndose en perfectos lemas para camisetas, aparece el lesbianismo como insulto. La libertad sexual como insulto. El amor hacia otra persona, sea del sexo que sea, como insulto.

Sólo cabe alegrarse de que revistas como «True Gamer Girls» salgan a la luz, inclinando la linterna hacia rincones oscuros donde criaturas de ojos verdes danzan entre las sombras.

Jenn Scarlett

No hay manera alguna de hablar del sexismo en los videojuegos sin soltar un largo suspiro. En cualquier bando que se sitúe, querido lector, estará harto del tema. Yo también lo estoy, porque pedir igualdad llega a ser cansino, lo crean o no.

Este pasado mes ha sido bastante duro para quienes luchamos por algo tan normal como protagonistas femeninas fuertes y no sexualizadas que se desarrollan en una narrativa que no depende del clásico “rescata a la princesa”. Ya sabrán todo lo que hay que saber sobre el famoso GamerGate, los SJW y la supuesta ética periodística. Como habrán podido leer en las últimas publicaciones que Zöe Quinn ha compartido en su Twitter, esta guerra no tiene nada que ver con la defensa de la ética periodística, sino que se trata de un verdadero ataque por recuperar lo que algunos jugadores masculinos consideran que es suyo. Todos los insultos, el acoso y las amenazas, sólo son el resultado de un grupo de hombres asustados que no quieren que las cosas cambien porque la balanza está –y siempre ha estado­­– inclinada en su favor. Pero yo no voy a hablar de estos hombres porque creo que ya son lo suficientemente protagonistas, tanto en la realidad virtual como en la física.

Desde luego, no son sólo algunos jugadores masculinos los que se tiran al suelo en pataleta, sino que también hay mujeres que se mantienen al margen del asunto o se dedican a criticar a quienes luchan para que la situación cambie. ¿Que no se lo creen? A mí también me cuesta pensar en una sola mujer que quisiera que el sexismo y el machismo se siga masticando en nuestros títulos favoritos, pero existen. A raíz de la publicación de la revista paródica «True Gamer Girls» (proyecto en el que he participado), hemos podido presenciar cómo no sólo hombres, sino también mujeres nos han insultado y han inventado todo tipo de argumentos para invalidar nuestra causa. Han sido mujeres relevantes del mundo de los videojuegos quienes nos han dicho abiertamente que sienten vergüenza ajena por nosotras y que lo mejor para normalizar la situación es que nos callemos y dejemos que las cosas desaparezcan por sí solas.

Es doloroso ver que una compañera que ha sufrido el sexismo y el machismo igual que nosotras nos diga que es absurda e innecesaria esta reivindicación. Es triste ver que una compañera prefiere quedarse en la comodidad del sexismo y el machismo, que de alguna extraña manera le beneficia aun siendo mujer. Es decepcionante que aún hoy por hoy tenga que escribir estas líneas y tenga que responder a comentarios denigrantes que vienen de mujeres que igual que nosotras están en el punto de mira todos los días de su vida.

Mientras sigan cuestionando mi pasión por los videojuegos sólo por el mero hecho de ser una mujer, sí es necesaria esta crítica.

Mientras sigan diciendo que las mujeres son y siempre serán malísimas jugando a cualquier tipo de videojuegos, sí es necesaria esta crítica.

Prometí que jamás iba a escribir sobre el sexismo en los videojuegos porque me aterraba que se me encasillara por siempre en el tan popular término de feminazi, pero, ¿saben qué? Me duelen los dedos de no escribir lo que verdaderamente pienso.

Josep María Sempere

Isabel Cano, la coordinadora de la iniciativa «True Gamer Girls«, explicaba en AnaitGames que esta acción reivindicativa nació como una ácida respuesta crítica a la publicación de una revista erótica en la que se representaba a las jugadoras como voluptuosas modelos recauchutadas en poses imposibles y modelitos de vértigo. Seamos francos por un momento: en esta industria hay un evidente problema de objetificación e hipersexualización de la mujer, que va desde las booth babes de las ferias hasta los personajes de títulos como ‘Dead or Alive’, así que todo lo que sea llamar la atención sobre ello y mentalizar al público sólo puede considerarse positivo y hasta cierto punto necesario.

«True Gamer Girls», sin embargo, ha acabado siendo mucho más que una sátira, para convertirse en el enésimo (y por desgracia dudo mucho que último) triste ejemplo de la agitación que revuelve al sector del videojuego cuando choca frontalmente con el feminismo. Sin entrar en las recientes y complejas polémicas que han envuelto a personajes públicos como Anita Sarkeesian o Zöe Quinn (sobre ellos ya se han escrito ríos de tinta) y centrándonos en TGG, un paseo por los principales portales españoles ilustraba un panorama dantesco: en muchos de los comentarios y mensajes de los foros los descalificativos hacia las chicas que aparecían en la revista oscilaban desde lo ligeramente ofensivo hasta lo totalmente repulsivo. Quizás no fue nunca su objetivo, pero TGG acabó sacando a relucir una vez más que entre la comunidad gamer -no toda, esto es importante dejarlo claro- hay una facción muy vocal en la que el machismo está muy arraigado.

No puedo evitar pensar en el paralelismo que esto tiene con la actitud de los jugadores hardcore respecto a los juegos casuales, algo de lo que precisamente hablé en mi última columna en esta santa casa. Esa insegura actitud defensiva ante lo diferente y esa estrechez de miras es una de las grandes lacras a la que se enfrenta actualmente el videojuego. Es lo último que necesita en un momento en el que se está expandiendo hacia territorios que hace escasos años eran impensables.

Abracemos la diversidad. Aceptemos la obviedad de que los videojuegos nunca fueron sólo cosa de hombres. Reconozcamos que la mujer también tiene todo el derecho a pedir juegos en los que su representación sea más realista. Ayudemos a crear un clima más sano en el que la mujer no se sienta como un bicho raro, objetivo de mofas en el mejor de los casos o de acoso en el peor de ellos. Y si hace unas semanas decía que la existencia de ‘Clash of Clans’ no provocaría la extinción de ‘Dark Souls’, con esto ocurre lo mismo: los juegos que tanto os gustan seguirán existiendo, pero además habrá todo un género que los podrá disfrutar sin sentirse ajeno a ellos. Todo el mundo sale ganando, vamos.

Josué Monchán

“Pues yo no estoy de acuerdo con lo de que las tías esas se vayan a fregar porque son tan negadas que ni para eso sirven. Todas las tías que dicen que les gustan los videojuegos no son gamers de verdad. Lo que pasa es que no son ni tías ni nada y no saben hacer una mierda y se ponen a hablar de videojuegos pero no tienen ni idea. La única conclusión posible es que todas las tías son unas putas. Excepto mi madre y mi hermana. Y mi futura novia. Que la tendré. Algún día. Porfa”.

Sirvan estas palabras para comunicar mi más sincero agradecimiento y enhorabuena a todos aquellos descerebrados que, protegiendo la Sagrada Religión Videolúdica, han arremetido contra «True Gamer Girls» y sus fundadoras.

El primer paso para curar una enfermedad es reconocer sus síntomas. De eso se han encargado ellas, como se ha encargado también Sarkeesian, por poner el más reciente de muchos ejemplos. El segundo es encontrar a los agentes causantes de tales síntomas. Como por arte de magia se han destapado ellos solitos, mostrando su alteza intelectual en insultos preescolares, ortografía creativa y razonamientos dadaístas.

El tercer paso consiste en neutralizar a tales agentes dañinos. ¿Cómo se hace eso? ¿Iniciamos nuestra propia yihad? Sinceramente, no creo que vaya a ser necesario. No me extrañaría que, de nuevo, lo hagan ellos solitos. Acaban de demostrar que son capaces de eso y de mucho más. Se han sacado las pollas para mearse en todo lo que se tercie, sin reparar en que tienen el viento en contra.

Enguarrarán lo suyo mientras puedan, por supuesto, pero los jugones machistas, como miembros de una tribu empoderada, tienen los días contados.

Tiempo al tiempo.

Locomalito

Está claro que los videojuegos han sido un terreno típicamente masculino desde los tiempos de los matamarcianos, pero incluso en esos tiempos ha habido mujeres, no solo jugando sino también creando juegos (como el genial Centipede (Atari, 1981) por Dona Baley, donde nos enfrentábamos con insectos gigantes por planetas exóticos).

Hace años que es tonto poner en duda el papel de las mujeres detrás de los videojuegos (ya sea jugando o desarrollando), y sin embargo, no es raro ver que dentro de los propios juegos (y productos derivados) las mujeres siguen apareciendo representadas como objetos de admiración sexual (Girls with guns, etc.). Este tópico no es más que un recurso barato de marketing para atraer a consumidores masculinos, y aunque fantasear está estupendo, a veces chirría entrar en una vieja y sucia taberna medieval y encontrar allí a una tabernera de infarto que te habla con dulzura… o enfrentarte a una comandante de piel delicada con una armadura que sólo cubre un hombro.

Fantasear está estupendo, pero si eres una gamer imagina. No pasa nada por una tabernera jamona, pero cuando la tabernera, la comandante, la bruja, la arquera, la bibliotecaria y cualquier mujer que aparezca en el juego es una modelo de nivel 10, la cosa empieza a crear una presión hacia tu propio cuerpo, ya sea de nivel 2, 5 o 9.

Cualquier chaval que haya crecido en los 80 recordará la sensación de decepción al ver sus propios bíceps comparados con los de Stallone, Schwarzenegger o cualquier secundario o extra de las pelis de acción.

Yo he visto «True Gamer Girls» como una forma creativa y simpática de plantarse ante ese tópico en los videojuegos. No hay agresión, no se trata de destruir las fantasías masculinas con un mazo, se trata de recordar la realidad de las gamers, que no son ni bichos raros ni valquirias, son gente normal que disfruta con los videojuegos como cualquiera.

Nacho Bartolomé

Me gustan los videojuegos. Bueno, y las mujeres. Y que las mujeres jueguen a videojuegos. De hecho, ojalá todo el mundo jugase a videojuegos, o que al menos nadie menospreciara un medio de entretenimiento (y de expresión, también artística) divertido, sano y enriquecedor. Uno que no es sólo para niños, y no sólo para hombres. Tan apasionante es esto de los videojuegos que atrae cada vez a más gente, y cada vez a más mujeres, porque ellas son gente, aunque haya quien no quiera verlo. Las «True Gamer Girls» son sólo 11 de esas chicas, que han tenido la idea de hacer algo (original y divertido, encima) para luchar contra una injusticia.

Porque vivimos tiempos en los que recibe más críticas y difusión en medios el hecho de que un juego funcione a 30 frames por segundo que los insultos y amenazas (siempre tras un nick, eso es muy de videojuego) a una mujer que intenta hacer algo creativo a la vez que defiende sus principios y lucha contra una situación que cree injusta. Criticar es lo fácil, lo difícil es moverse, hacer cosas. Las mujeres podían quedarse sentadas, pero ese tiempo prefieren pasarlo jugando.

Porque hay mujeres de todas las edades dándole a ‘Candy Crush’ pero también a ‘Dark Souls’ o ‘Super Mario 3D World’. A lo que les da la gana, vamos. Y nunca las he visto con la portátil en la entrepierna mientras se tapan los pechos y ponen morritos para una foto que supuestamente las defina como jugadoras. Basta con que tengan las manos en el mando y la cabeza en superar a ese jefe puñetero.

Realmente sí he visto chicas así. He leído y he colaborado en medios sobre videojuegos en los que publican semanalmente listas con fotos de chicas de curvas voluptuosas disfrazadas de personajes de videojuegos, y cuanto más enseñen mejor. La dictadura del SExO. Supongo que esas cosas dan para paja y para subir en visitas. A mí no me ponen, y producen el efecto contrario en las ganas de visitar esa web. Así que imagino cómo les puede sentar ver esas cosas a las Auténticas Chicas Jugonas. Esas chicas apasionadas de los videojuegos (y mujeres, y abuelas que ostentan récords aunque sea en el ‘Brain Training’) hasta el mismísimo. No nos representan, supongo que pensarán. No os representan.

La “cosificación” de la mujer, aunque también del hombre, es un problema mucho más grave en el mundo de un videojuego que una tasa de trames inestable o un juego que se venda por capítulos descargables. Lo es porque tiene consecuencias reales y dañinas más allá de las pantallas. Es posible que la “cosificación” sea consecuencia del auge de la sociedad de consumo. La del quiero este teléfono móvil y a una novia tan buenorra como la que sale en ese anuncio o en el ‘Dead or Alive 5’. Y que friegue.

Yo he rescatado a la princesa Peach, y también he planeado con ella sobre abismos mucho más fácilmente que con Mario. Me he infiltrado en corporaciones y también he preparado alguna que otra masacre con Joanna Dark. Me he emocionado con la entereza de Ellie. Y he aporreado mucho el botón de la patada de fuego de Chun-Li. Hay mujeres de todo tipo en los videojuegos, y fuera de ellos. Y cada vez más las que se niegan a ser floreros, las que se han pasado ‘Dark Souls’ y ‘Super Mario The Lost Levels’ y ahora van a por un reto aún más difícil: el de luchar contra miles de trolls, eso sí, con una limitada inteligencia artificial. 

Roberto Pastor

Disculpad que remarque lo obvio pero, yo no soy mujer. Suena estúpido que lo diga pero creo que es una buena práctica aclararlo antes porque lo que voy a dejar aquí es una opinión totalmente generada por el punto de vista masculino, concretamente mi punto de vista masculino. Y hago esto porque podemos leer a varios tíos (periodistas del sector, jugadores sin cargo alguno e incluso youtubers) aportando sus dos centavos en pos de una solución a la problemática del género sexual dentro de la sociedad del videojuego, ya no sólo estamos hablando de industria aquí.

Por y para desgracia de todos, aún no se ve a las féminas como jugadoras de pleno derecho, sino como invasoras en un terreno sobre el que nunca parece que vayan a ser bienvenidas, cuando en realidad es donde más deberían aportar su visión.

Lo que han hecho las chicas de True Gamer Girls es un ejemplo más que cristalino de lo que me refiero. Han sabido jugar con la descompensada balanza en su contra para demostrar que las jugadoras son, eso mismo, jugadoras. Niñas, chicas o mujeres que quieren y saben disfrutar del videojuego de igual forma que un niño, un chico o un señor con bigote. Es a lo que quieren aspirar a ser consideradas, jugadoras de videojuegos, que algunas de ellas haya finalizado varias veces ‘Dark Souls’ parece no ser razón suficiente para algunos para reconocer dicho estatus.

No, la idiotez ha campado a sus anchas durante demasiado tiempo por los corrillos de jugadores, ya sean del tamaño de una mesa de bar o de lo online. Ya lo dijo muy bien Mr. Pink en Gamesajare: “Son Trolls”, gente que busca dejar su huella de la manera más simple y efectiva, insultando y despreciando al ajeno, y si es ajena, es mucho más sencillo. Simplemente hay que citar perlas de la gilipollez popular mentando tetas y paseos a la cocina o al cuarto de la limpieza, no dan para más y a ellos les estamos pidiendo que razonen y piensen en lo que hacen, A ELLOS.

En el fondo esta quimera sería factible si no existieran iniciativas que, proviniendo de algunos focos de la prensa especializada (que no mencionaré para no otorgarles las ansiadas visitas que desean), usan la figura femenina de la forma más carnal posible. “Pero, un momento, si al principio has aclarado que eres un tío, ¿a ti qué te importa?” Meeeeec, error, no me importa que se se use el evidente atractivo que las mujeres ejercen sobre el público masculino heterosexual y el femenino homosexual, lo que me perturba es que se use para atraer el foco sobre una temática ajena de una forma tan ortopédica.

Hace no mucho saltaron de forma escandalosa a primera línea los vídeos de cierta chica jugando a ‘Battlefield 4’ de forma poco hábil y con un vestuario, digamos, poco acorde para jugar a Battlefield 4. Eso equivale a dos carteles bien grandes, uno que reza “Haceros pajas mientras juego a uno de vuestros juegos y así pensaréis que algún día podréis ligar conmigo” y otro que asegura “Podéis insultarme lo que queráis, pero que sea de forma pública para que los que me han puesto aquí consigan más visitas”. Entre lo triste y lo indignante, ahí baila la cosa.

Pero lo peor de todo puede que no sea todo lo relatado hasta ahora, sino que este texto inicie un debate yermo sobre si un servidor busca quedar como otro caballero blanco o pillar cacho con alguna gamer girl. Bueno, siento matar las posibilidades de tan emocionante perspectiva pero estoy felizmente casado desde hace ya unos años y además creo que ya es hora de dejar de mirar al puto dedo que señala hacia la Luna.

Existe un problema, no es exclusivo del mundo del videojuego y la solución pasa por un régimen de cambios sociales que, lamentablemente, pueden tardar una generación más en llegar. Podemos hacer que los videojuegos sean la punta de lanza de dichos cambios o podemos seguir insultando a las chicas como si estuviéramos acojonadas de ellas.

Yova Turnes

Llevo un tiempo argumentando en mis redes sociales y en algún que otro artículo que, como cualquier otro medio de entretenimiento que se masifica, los videojuegos han quedado expuestos a toda la heterogeneidad de nuestra sociedad: lo bueno y lo malo. Lamentablemente, la capa «maligna» de la humanidad parece tener una densidad menor que capa «benigna», puesto que siempre es la que sale a la superficie y podemos ver con mayor claridad.

El machismo es una de estas partículas de suciedad que siempre podemos ver en la superficie de ese océano que es la industria del videojuego. Siempre ha estado ahí, pero en estos días que vivimos donde todo el mundo tiene un megáfono en su mano llamado Internet, y donde además goza de un peligroso camarada que es el anonimato, toda esta basura nos salpica y se nos pega al cuerpo cada vez que tratamos de bucear un poco en ese océano.

Probablemente en sus primeros pasos los videojuegos han sido más del gusto de los hombres, quizás de manera natural o, más probablemente, como todos los gustos estereotipados de uno u otro sexo, han sido consciente o inconscientemente estipulados por una sociedad que nos asigna una serie de roles, preferencias y capacidades desde el mismo momento que nacemos, dependiendo de si tenemos pene o vagina. Pero siempre ha habido mujeres jugadoras de videojuegos, y nunca ligadas a un perfil establecido.

>Hombres y mujeres somos iguales y diferentes. Como cualquier teoría que generaliza virtudes o defectos en base a una característica tan simple como es el sexo, todos sus argumentos caen por su propio peso. No creo en un perfil de la mujer jugadora de videojuegos, como tampoco creo que lo haya en un hombre. Somos demasiados millones de jugadores como para poder clasificarnos en sólo dos cajones. Por tanto, tan falso me parece el estereotipo de la chica de grandes gafas, prominente escote que lame con lascivia el mando y sólo juega a ‘Los Sims’, como el de la chica desaliñada, en pijama, que con un bol de ganchitos al lado juega a títulos clasificados “para hombres” y les da una paliza sin despeinarse -todavía más-.

Dicho esto, y en referencia a la enésima polémica suscitada con la revista paródica “True Gamer Girls”, debo repetir -como ya he dicho en algún comentario- que como amante de la sátira, la parodia, la ironía y en definitiva el humor como medio supremo de expresión, me ha parecido una iniciativa excelente, divertida, acertada y además muy bien ejecutada.

Tristemente, con los años la sociedad ha perdido también el sentido del humor. Lo “políticamente correcto” ha dinamitado nuestra capacidad para comprender ciertos chistes sin sentirnos ofendidos de alguna manera. Reírse de uno mismo es vital para sobrevivir, y una de las mayores demostraciones de inteligencia que pueden realizarse. Ya es triste que los hombres no hayan comprendido el humor de “True Gamer Girls”, pero que las propias mujeres jugadoras se hayan sentido ofendidas demuestra que todavía estamos a años luz de madurar como colectivo. Y lo peor, es que quizás no lo hagamos nunca.

Wardog

Cada vez que me encuentro con una noticia como esta me toca las nueces. Porque tengo. La cosa va de que unas señoras están hasta el papo de que cuando juegan o comentan que juegan a videojuegos las manden a fregar, les digan que si el novio les ha dejado el mando, que qué coño van a jugar ellas, que si quieren tener ayuntamientos carnales (que querrán, pero no con semejantes becerros), que si les enseñan cachos de anatomía por webcam o que no son verdaderas jugadoras porque sólo ellos pueden ostentar ese título glorioso. Hasta aquí ya sobran letras para declararles gilipollas profundos. Así que hacen una revista para hacer mofa y befa, para decir que no, que no son cosas, que son personas que deben ser tratadas como tales en un mundo tan machista como el del videojuego.

He de reconocer que, si quitamos el asunto machista de en medio, me hubiese descojonado en la cara de estas señoras por querer que se las tome en serio en el mundo del videojuego. Pero está ahí la vena machista, sempiterna lacra de mi sexo. ¿Cuál es el problema de la gente con nabo? Es decir, yo tengo un nardo bien centrao entre las caderas y no se me ocurre soltar esas barrabasadas a una jugadora. O sí. O sea, soy igual de borde con ellas que con ellos, llegado el caso; y no me tiembla la mano al expulsar a un jugador que no está a lo que tiene que estar, independientemente de la altura a la que mee. No discrimino sexos ni edad. ¿Es que esos seres que dicen ser superiores y portadores del cetro de carne de la verdad meten la polla en la consola y juegan mejor por obra y espíritu de la testosterona USB? ¿El cromosoma Y aporta mayor flexibilidad en las articulaciones del dedo gordo? ¿O simplemente le tienen miedo a las mujeres? ¿Sacamos a relucir el tópico del friki granudo, ya que estamos? En general, cuando alguien hace gala de una condición en la que poco o nada ha tenido que ver y desprecia al resto de mortales que no la tienen (ser blanco, alto, guapo, hombre, mujer, zurdo, harkonnen) saco a relucir aquella cita que dijo el gran filósofo Santiago Segura:

[cita]
«Prefiero que me quieran por mi dinero a que me quieran por mi cuerpo. Al menos el dinero me lo he currado yo».
[fin de la cita]

Así las cosas, meterse con alguien por su condición humana, salvo que ese alguien sea idiota de vocación, me parece no ya insultante, sino vergonzoso. E inútil.Me gustaría ser un imbécil de éstos por unas horas, para experimentar el placer de mandar a guisar a una gamer, a una futbolista o a una política. Igual para según qué políticas hasta no me hacía falta volverme gilipollas para mandarla no a la cocina, sino a coger cebollas allá por Venus. En fin, que me desvío.Me gustaría meterme en el pellejo de un imbécil de estos para pedir follar a una gamer porque es una gamer y está en internet y todo el mundo sabe que las mujeres se conectan a internet, e incluso se levantan por la mañana deseando tirarse todo lo que se menea o de poner la webcam para sacarse las tetas después de acabar una campaña del COD. Y si no lo hace, a hacerme un sándwich. Y si contesta, es que es un orco de Mordor.Pero es que no lo concibo. No sé en qué coño piensan. Qué les hace pensar que esa actitud puede dar un fruto, el que sea. Qué beneficio esperan al degradar a alguien por ser lo que es. Que si jugasen mal, pues es el ámbito, se entiende. Pero es por el simple hecho de que ellos son de otro sexo, el opuesto a su santa madre.

Una vez un imbécil alemán entró en mi partida hablando un inglés que sonaba como “GRFXGTUYYIUNG FUCKING SPANIARD GRFXFGGLUNG!” así que me indigné muchísimo por discriminarme por mi nacionalidad y estuve dándole sartenazos hasta que se fue de la partida desquiciado. Así que creo que puedo entender un poco, salvando las distancias, de qué va el tema.

Y oye, que una vez pasada la indignación, y expuesta mi opinión por si a alguien le interesase, me gustaría criticar un poco la reacción de ellas.

Yo no hubiese reclamado que se considerase a las gamers personas de pleno derecho y no muñecas hinchables. Igual es mi vena BOFH. Yo hubiese hecho campaña pidiendo ver nabos por webcam. Y habría guardado los vídeos y ya puestos, los hubiese colgado en la web www.gilipollasjugandoonline.com. ¿Cuántos imbéciles habrían picado a poco que les hubieseis insistido? ¿No habría sido mucho más divertido e instructivo? Pero me imagino que es cuestión de enfoque, claro.

Estoy por cambiarme el nick de “Wardog” a “Lady Perra XXX” just for fun. Pena no tener Primperan en casa.

Guillermo G.M.

Fundador de Deus Ex Machina. Ha escrito en Desarrolloweb.com, Sphera Sports, Mondo Píxel, OchoQuince Magazine, Jot Down, Fuera de Series, El Butano Popular o Indieorama. Ha dado ponencias centradas en la historia del desarrollo independiente y en el indie fomenta la conciencia social.

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